El lenguaje militar emplea los términos de "Samurái ilustrado" y de "Samurái ignorante". Un Samurái que ha esperado tenerse que enfrentar con situaciones difíciles para aprender a salir de ellas no es ilustrado. Un Samurái que se preocupa por adelantado de todas las situaciones y soluciones posibles, es sabio. Será por lo tanto capaz de hacerle frente con brillantez cuando la ocasión se presente. No importa lo que ocurra, un Samurái ilustrado es aquel que se preocupa de los detalles de la acción, antes de la hora.
La vía del samurái es imperativa y absoluta. La práctica, al venir del cuerpo a través del inconsciente, es fundamental en ella. De aquí la gran importancia dada a la educación del comportamiento justo.
Él solía decir que un samurái siempre debe ser de apariencia pulcra. Después de ponerse presentable, se daba vuelta en dirección a Okinawa y hacía una reverencia similar. Solo después de que completaba estos ritos tomaba su té de la mañana.
Si él hubiera deseado fama y fortuna ciertamente la hubiese tenido, pero posiblemente a expensas de un trabajo en que habría perdido su dignidad. En este él era, como se dice, en cada pulgada un samurái, y en la forma en que llevaba el "jinriksha" (carro de pasajeros tirado por un hombre) revelaba su experiencia en el arte marcial. Aunque él murió inmediatamente después de que yo fui para Tokio, nunca he olvidado esa noche pasada en su compañía. Para mí él siempre representó la perfecta personificación del espíritu del samurái.
El samurái no se amilana ante nada, ni siquiera cuando tiene hambre. "Vida de una Geisha" (2002), Mineko Iwasaki
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(...) Supongo que en alguna parte del corazón de los hombres está el anhelo de que alguien nos acompañe durante toda nuestra vida, aunque sólo sea un perro sarnoso. Ese hombre se convirtió en un perro por el bien de la humanidad. El samurái repitió esas palabras como si hablara consigo mismo. "El samurái" (1980), Shusaku Endo
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Dos guerreros se hacen amigos y juran ser hermanos de por vida. Entre samuráis, este juramento era muy importante. Hacer esta promesa equivalía a poner la vida en manos del otro, a entregarla gustosamente por el otro de ser necesario. Eso significaba. "Kafka en la orilla" (2002), Haruki Murakami
"Kafka en la orilla" (2002) Frases de "Kafka en la orilla" (2002) Frases de Haruki Murakami
Un momento ideal para hacerte el harakiri, si fueras un samurái japonés. Escribirías un poema de despedida sobre los cerezos en flor y la fugacidad de la juventud, envolverías la espada en seda blanca, te la clavarías y empujarías hacia arriba, a través de tus intestinos. "Luces de neón" (1984), Jay McInerney
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