Con el misterioso límite entre la vida y la muerte a sus pies, un samurái no podía dejar de pensar en lo que significaba vivir como un guerrero. Todos permanecían en actitud reverente, las manos unidas en una plegaria.
Un samurái no trabaja sólo para comer, no es un esclavo de la comida. Vive para su vocación, para el deber y el servicio.
Aunque le importaban los sentimientos de su madre, Hiyoshi insistía. Recordaba cuánto había deseado aquella espada vieja y mellada a los seis años, y cómo había hecho llorar a su madre. Ahora ésta se resignaba a la idea de que, al crecer, su hijo se convirtiera en aquello que ella había rezado para que no fuese: un samurái.
Como prueba de que eres un samurái, estás sentado con las piernas cruzadas en la esterilla, al estilo de los guerreros, como si aún llevaras armadura
Hiyoshi, hijo de una familia humilde, ha jurado no regresar a su hogar hasta haber logrado abrirse camino en la vida. Se despidió de su hermana y su madre diciéndoles que regresaría cuando se hubiera convertido en un gran hombre. Había probado un trabajo tras otro, pero no tenía deseos de hacer de aprendiz para un mercader o un artesano. Deseaba poder servir a un samurái más que a ninguna otra cosa en el mundo.
Insultar a los demás no sirve de nada. Cada uno de vosotros debe elegir su línea de conducta..., o se rinde al enemigo o muere conmigo. Ambos bandos tienen un deber moral. Nobunaga lucha para reconstruir la nación, yo lo hago en nombre del honor de la clase samurái.
Éste es el Camino del Samurái. Después de tus logros, debes resignarte a encontrar la paz en el otro mundo.
Cuando un Samurái está constantemente dispuesto a morir, ha alcanzado la maestría de la Vía y puede dedicar, sin cesar, la vida entera al servicio de su señor.
Por esto un Samurái debe conocer sus debilidades y pasar su vida corrigiéndolas sin jamás tener el sentimiento de haber hecho ya lo suficiente. No debe, naturalmente, tener demasiada confianza pero tampoco sentirse inferior.
El Samurái valiente no piensa en términos de victoria o derrota; combate fanáticamente hasta la muerte. Sólo de este modo realiza su destino.
El Samurái debe obrar sin dudar, sin confesar el más mínimo cansancio ni el más mínimo desánimo hasta concluir su tarea.
Reprender y corregir a alguien por sus errores es importante. Este acto esencialmente caritativo es la primera obligación del Samurái. Pero hay que esforzarse en hacerlo de la manera conveniente. En efecto, es fácil encontrar cualidades y defectos en la conducta del prójimo. También es igualmente fácil criticarlo.