En su origen, todos los miembros del gobierno eran caballeros; porque la caballería constituía entonces toda la fuerza de los ejércitos y aseguraba la vitoria en los combates. Verdaderamente, la infantería, cuando carece de disciplina, presta escaso auxilio. En aquellos tiempos remotos no se conocía aún por experiencia todo el poder de la táctica respecto de la infantería, y todas las esperanzas se cifraban en la caballería. "Política"
"Política" Frases de "Política" Frases de Aristóteles
Napoleón había dicho: "La infantería es la reina de las batallas" y todos los grandes estrategas lo habían aceptado. En realidad, lo era y lo sigue siendo. Es la infantería la que tiene que avanzar y ocupar un objetivo. La caballería, la artillería, los ingenieros o lo que fuera, le abren el camino, le ablandan las defensas, pero hasta que los infantes no ocupen el terreno, no se puede hablar de victoria.
En aprieto y en lugar estrecho no es fácil retirarse en el momento de peligro ni revolver los barcos, que es toda la obra y arte de las naves ligeras y de buenos marineros; antes es forzoso combatir como si estuviesen en tierra firme entre gente de infantería, y en tal caso, los que poseen más naves tienen más ventaja.
Los griegos no tenían jinetes y era imposible para su infantería adelantar a la infantería enemiga en poco terreno, dado que esta última se dio a la fuga cuando aún estaba muy lejos, y no se podía perseguirla alejándose mucho del resto del ejército. Los jinetes bárbaros, en cambio, a la vez que huían, seguían hiriéndolos con disparos de flechas por detrás, desde los caballos; los griegos, tanto cuanto avanzaban en su persecución, otro tanto debían batirse en retirada combatiendo.
(...) Tuvo lugar también un combate en regla y los de Cauca, semejantes a tropas de infantería ligera, resultaron vencedores durante un cierto tiempo, hasta que se les agotaron los dardos. Entonces huyeron, pues no estaban acostumbrados a resistir a pie firme el combate y, acorralados delante de las puertas, perecieron alrededor de tres mil.
"Parecía que el viento nos hubiera empujado", decía pintorescamente un simple soldadito de infantería, para describirme el brío y el entusiasmo de sus camaradas entrando, con él, en la contienda; "el olor de pólvora, el ruido del cañón, los tambores que redoblan y los clarinazos, ¡Todo eso anima, todo eso excita! " De hecho, en esta lucha, parecía que cada hombre peleaba como si la propia reputación estuviese personalmente en juego y como si la victoria fuese asunto exclusivo de cada uno. Hay realmente un ímpetu y una bravura muy particulares en estos intrépidos suboficiales del ejército francés, para quienes los obstáculos no existen, y que, seguidos por sus soldados, acuden a los lugares más peligrosos o más expuestos, como si corrieran para no perderse una fiesta.
Al oír aquellos gritos, todos, sanos, heridos, sargentos, oficiales, se asomaron a las ventanas, y la resistencia se redobló ferozmente otra vez. De allí a pocos instantes se notó una especie de vacilación y un principio de desorden entre los enemigos. De pronto, muy de prisa, el capitán reunió a algunos soldados en el piso bajo para contener el ímpetu de fuera, con bayoneta calada. Después volvió arriba. Apenas llegó, oyó un rumor de pasos precipitados, acompañado de un " ¡Hurra! " formidable, y vieron desde las ventanas avanzar entre el humo los sombreros apuntados de los carabineros italianos, un escuadrón a escape tendido, y un brillante centelleo de espadas que hendían el aire, en molinete por encima de las cabezas, sobre los hombros y encima de las espaldas; entonces el pequeño piquete reunido por el capitán salió a bayoneta calada fuera de la puerta. Los enemigos vacilaron, se resolvieron y, al fin, emprendieron la retirada: el terreno quedó desocupado, la casa estuvo libre, y poco después dos batallones de infantería italianos y dos cañones ocuparon la altura.
Me pareció escuchar de nuevo el tambor mientras veía moverse despacio, entre los fuertes y trincheras humeantes en la distancia, frente a Breda, los viejos escuadrones impasibles, las picas y las banderas de la que fue la última y mejor infantería del mundo: españoles odiados, crueles, arrogantes, solo disciplinados bajo el fuego, que todo lo sufrían en cualquier asalto, pero no sufrían que les hablaran alto. "El sol de Breda" (1998), Arturo Pérez-Reverte
Frases de "El sol de Breda" (1998) Frases de Arturo Pérez-Reverte
La felicidad consiste en dormir lo suficiente. Sólo eso; nada más. Todas las personas ricas y desgraciadas que uno conoce toman pastillas para dormir. Los de Infantería Móvil no las necesitan. Denle a un soldado un catre y tiempo para dormir y se sentirá tan feliz como un gusano en una manzana.
(...) Él siempre estaba allí para todos cuantos quisieran hablar con él. He oído decir que antes solía haber cuerpos militares cuyos capellanes no luchaban junto a los soldados, pero jamás he comprendido que eso pudiera funcionar. Quiero decir, ¿Cómo puede bendecir un capellán algo que no está dispuesto a hacer personalmente? En cualquier caso, en la Infantería Móvil todo el mundo baja a tierra y todo el mundo lucha, desde el capellán hasta el cocinero y el secretario del Viejo. Una vez bajáramos por el tubo no quedaría un solo Rufián a bordo, excepto Jenkins, por supuesto, pero no por culpa suya.
La Infantería Móvil es el ejército. Todo lo demás son gentes que aprietan botones, o profesores que sólo sirven para entregarnos la faena..Nosotros hacemos el trabajo.
Queda el ejército, claro. Pero Azaña lo conoce bien: no en vano ha sido ministro de la Guerra. Sabe que los militares, bajo su apariencia terrible, son inconsistentes, volubles y maleables; por un lado amenzan y critican y por otro lloriquean para conseguir ascensos, destinos y condecoraciones; se pirran por las prebendas y son celosos de las ajenas: todos creen que otro con menos méritos les ha pasado por delante; en suma, que se dejan camelar como niños. (...) Todas las armas (Artillería, infantería, ingenieros) están a matar entre sí, y basta que la Marina haga una cosa, para que la aviación haga la contraria.