(...) Ahí estaba, la raya que separaba el este del oeste, Barcelona de Madrid, mi ayer de mi presente y mi futuro. Después de todo, aquella divisoria trazada sobre el globo terráqueo no era más que una convención, decidida hace ya mucho por gente que había muerto.
Lo único que no sobraba era el dinero para pagar a tanta gente ni a los proveedores de materias primas. Madrid, según frase acuñada por un periódico satírico de la época, tenía sujetos los cordones de la bolsa con los dientes.
Los domingos me levantaba muy tarde y desayunaba cerveza, me avergonzaba un poco pedir café con leche a mediodía en un bar. En las mañanas de los domingos invernales hay en ciertos lugares de Madrid una apacible y fría luz que depura como en el vacío la transparencia del aire, una claridad que hace más agudas las aristas blancas de los edificios y en la que los pasos y las voces resuenan como en una ciudad desierta. "El invierno en Lisboa" (1987), Antonio Muñoz Molina
Frases de "El invierno en Lisboa" (1987) Frases de Antonio Muñoz Molina
Era como la una del mediodía, esa hora en que Madrid es un hervidero de gente bebiendo cañas y tirando servilletas al suelo. Pero allí, en el Café Lyon, se presentía ya la decadencia que precedería a su cierre y a esas horas por no haber no había ni ese grupo inmortal de estudiantes con granos que falta al instituto con el convencimiento de que tomando café en mesa de mármol se está más cerca de la literatura.
En Madrid ocurre lo que no ocurre en ningún lugar del planeta, que la gente pasea por unos sitios inmundos y se asoma a los puentes que cruzan las autopistas como quien se asoma a ver las olas del mar.
De entre todas las frutas amargas de la vida, la muerte no es, ni con mucho, la peor. Lo malo es vivir lejos de una misma, que es como vivo yo desde hace años, desde que me trasladé a esta ciudad que no existe y que, sin embargo, se llama Madrid. Madrid no existe, pues; es un sueño provocado por una enfermedad, por unas medicinas que tomamos para combatir alguna enfermedad. Todos los que estamos en Madrid no existimos. "La soledad era esto" (1990), Juan José Millás
Frases de "La soledad era esto" (1990) Frases de Juan José Millás
-Qué raros son tus cuñados, ¿No? -Sí, es que son de Madrid. -Será eso. "Los besos en el pan" (2015), Almudena Grandes
"Los besos en el pan" (2015) Frases de "Los besos en el pan" (2015) Frases de Almudena Grandes
Estamos en un barrio del centro de Madrid. Su nombre no importa, porque podría ser cualquiera entre unos pocos barrios antiguos, con zonas venerables, otras más bien vetustas. Este no tiene muchos monumentos pero es de los bonitos, porque está vivo. "Los besos en el pan" (2015), Almudena Grandes
"Los besos en el pan" (2015) Frases de "Los besos en el pan" (2015) Frases de Almudena Grandes
Pero es muy desagradable -repuso Juan- eso de no poder ir a ningún lado sin que alguien trate de ofenderle a uno. En el fondo de esto -dijo después burlonamente- hay un espíritu provinciano. Recuerdo que en Londres, en uno de esos parques enormes que hay allá, por las tardes veía jugar a la raqueta a dos señores, uno gordo, bajito, con una gorrita en la cabeza, y el otro flaco, esquelético, con levita y sombrero de paja. Yo iba con un español y un inglés, y el español, como es natural, se las echaba de gracioso. Al ver aquel par de tipos, verdaderamente ridículos, que jugaban en medio de una porción de personas que les miraban muy serios, el español dijo: Esto no podría pasar en Madrid, porque se reirían de ellos y tendrían que dejar su juego. "Aurora Roja" (1905), Pío Baroja
"Aurora Roja" (1905) Frases de "Aurora Roja" (1905) Frases de Pío Baroja
Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas). A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro, y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente al luz de la luna. "Hijos de la ira" (1944), Dámaso Alonso
"Hijos de la ira" (1944) Frases de "Hijos de la ira" (1944) Frases de Dámaso Alonso
En la casa hubo un disgusto muy serio con la marcha de Socorrito. - ¡Si por lo menos se hubiera ido de Madrid! -decía su hermano Paco, que tenía un concepto geográfico del honor. "La colmena" (1951), Camilo José Cela
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Han pasado tres o cuatro días. El aire va tomando cierto color de Navidad. Sobre Madrid, que es como una vieja planta con tiernos tallitos verdes, se oye, a veces, entre el hervir de la calle, el dulce voltear, el cariñoso voltear de las campanas de alguna capilla. Las gentes se cruzan, presurosas. Nadie piensa en el de al lado, en ese hombre que a lo mejor va mirando para el suelo; con el estómago deshecho o un quiste en un pulmón o la cabeza destornillada... "La colmena" (1951), Camilo José Cela
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