No sé si la modernidad es una bendición, una maldición o las dos cosas. Sé que es un destino: si México quiere ser tendrá que ser moderno.
México tiene numerosos problemas que resolver, problemas que se han ido acumulando a través de varias décadas, y a los cuales no ha sido posible hallarles la adecuada solución. El problema fundamental de México, lo he dicho no una sino muchas veces y no es malo repetirlo, el problema fundamental de México es hacerlo.
No basta la buena intención del mandatario, es indispensable el factor colectivo que representan los trabajadores. Al pueblo de México ya no lo sugestionan las frases huecas: libertad de conciencia, libertad económica.
Llegué a México buscando la paz que no había encontrado, ni en España –la de la revolución– ni en Europa– la de la terrible contienda–, para mí era imposible pintar entre tanta inquietud.
El público es la diferencia, el que participa, y eso es lo que me ha mantenido, por lo que no me queda más que agradecer al público de México que me ha hecho el favor de permitirme hacer durante mi vida lo que me gusta para no tener que trabajar.
El pueblo de México, cansado ya de los abusos del clero y de las traiciones de los conservadores, se reunió en una gran multitud frente al palacio nacional, y por aclamación multitudinaria y por orden del gobierno de la república designo a Ignacio Ramírez para ejecutar y aplicar las leyes de reforma.
Frases de Ignacio Manuel Altamirano
Sería magnífico, yo creo, ayudar a hacer de México un lugar feliz.
Hay una invención del norte, pero al mismo tiempo hay una poética, porque recojo la oralidad, la amplia gama de sonidos y léxicos que hay en el norte y en general en el país: he estado en varios países de habla española y nunca he visto que uno tenga la variedad de léxicos que tiene México, ya sea en el norte o en el sur.
No hay en el mundo mañanas más bellas que es tas mañanas de México. Todo lo azul, y lo verde, y lo alegre, y lo diáfano, y lo espléndido de la vida libre y sana se nos mete dentro. Diríase que respiramos en una gran selva, dorada por la luz del sol, pero cargada aún de nocturnos efluvios; que a través de nuestras venas se despeña un agua fresca y tumultuosa; que el viento que nos da en la frente trae por igual la resina de los montes y el salitre de las playas; que nuestra vista se aguza para ver más lejos que nadie, y que aquello que vemos, todo, todo, tiene un ritmo, una concordia, una vibración y un silencio incomparables. Un solo impulso nos domina: vivir, vivir apresurada y libre mente, sin renuncias; no morir nunca para despertar al otro día y reanudar el placer interrumpido -que sólo podría aborrecerse la muerte por privarnos de esta luz; y de este juvenil ardor de la tierra; y de esta lluvia de colores.
En 1968 México fue joven y nos hizo jóvenes a todos. El movimiento estudiantil lo consigna. Fue la etapa más intensa de muchos años y, como van de apaciguadas las cosas, de muchas vidas. Algo se perdió irremediablemente en 1968 (la muerte es siempre irrecuperable), pero algo se ganó. Como lo escribe Carlos Monsiváis, una señora que ante la muerte de su hijo se pregunta qué va a hacer del resto de su vida, dice más que un millón de "La patria es primero", "Los valientes no asesinan", frases y apotegmas ("El respeto"...Bla-bla), y otras sentencias esculpidas en bronce para disfrute de la inmortalidad. "La noche de Tlatelolco" (1971), Elena Poniatowska
"La noche de Tlatelolco" (1971) Frases de "La noche de Tlatelolco" (1971) Frases de Elena Poniatowska
Nuestra historia empieza en una colonia aristocrática de cualquier urbe populosa y moderna: México, Nueva York, París...En todas ellas existen familias ricas que gozan de comodidades y lujos. Sin importarles o ignorando que el mismo cielo ampara también a muchos desheredados de la vida y la fortuna.
Frases de Yolanda Vargas Dulché
Los males de México -de todo México (y más, tal vez, aquellos que apenas entreveo) - me duelen más que los males de cualquier otro país. Pero soy optimista. El instinto de conservación y el instinto de progreso individual son naturales, no necesitan ser manipulados. Lo único que falta es que se echen a funcionar por parejo en el conjunto de la nación. Nuestro instinto de conservación y nuestro instinto de progreso, y no las cambiantes directrices sexenales, señalarán nuestra autenticidad nacional.