Adivinar es un deber de los que pretenden dirigir. "OC 4 - Cuba. Política y Revolución IV, 1895" (1936), José Martí
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Barcos de amplio velamen, pero sin timón, no saben adivinar su propia ruta: ignoran si irán a varar en una playa arenosa o a quedarse estrellados contra un escollo. "El hombre mediocre" (1913), José Ingenieros
"El hombre mediocre" (1913) Frases de "El hombre mediocre" (1913) Frases de José Ingenieros
Mentir es hacer adivinar a los demás.
Los hombres somos mucho menos complicados de lo que tú te imaginas, chiquilla mía. Pero lo que ocurre dentro de la tortuosa mente de una mujer, nadie lo puede adivinar. "Rebeca" (1938), Daphne du Maurier
"Rebeca" (1938) Frases de "Rebeca" (1938) Frases de Daphne du Maurier
¿Cómo podía adivinar yo el destino que le esperaba? En verdad la vida humana es como el rocío o como un relámpago.
¿Cómo lo has adivinado? -Si presto oído, capto lo que deseas. Si aguzo la vista, veo lo que deseas. "Baila, baila, baila" (1988), Haruki Murakami
"Baila, baila, baila" (1988) Frases de "Baila, baila, baila" (1988) Frases de Haruki Murakami
Soy muy curioso, me interesa la gente desconocida, esas personas con las que coincido en una tienda; soy muy curioso y tímido, observo a la gente y luego trato de adivinar cómo son sus vidas y las escribo.
Tratar de adivinar lo que la gente desea de ti sólo conducirá al caos -dijo Sazed-. No puedes contentarlos a todos. "El pozo de la ascensión" (2007), Brandon Sanderson
"El pozo de la ascensión" (2007) Frases de "El pozo de la ascensión" (2007) Frases de Brandon Sanderson
Quién sabe qué estaría viendo. La mía era una peculiar labor detectivesca, como intentar adivinar el argumentó de una película por la sonrisa en la comisura de los labios del público.
Creo que todos lo adivinaron, aunque no hicieron preguntas. Cuando no se puede tener la realidad, bastan los sueños. "Crónicas marcianas" (1950), Ray Bradbury
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Por tu olor me siento capaz de adivinar no sólo la raza y la edad de tu caballo, sino hasta su color.
Trató de adivinar qué ventana correspondía a la habitación del niño, Harry. Eligió una de la derecha, que brillaba como una estrella. -Harry...Harry...Harry...-murmuró, apoyando la mejilla caliente contra el hierro de la verja. Sintió el mismo placer, suave y casi doloroso, que al contemplar el cielo y la hermosa casa. En sus labios, aquel extraño nombre, aquel nombre nuevo, de noble y singular sonido, se formaba como un beso. "Los perros y los lobos" (1940), Irene Némirovsky
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