01. ¡No mires atrás, idiota! Pensó. Un buen consejo, de Orfeo a Lot.
02. Era triste y feroz a la vez, palpitante, de una pureza solitaria.
03. El principio del fin puede parecerse mucho al intermedio cuando uno lo vive en primera persona.
04. Las esperanzas eran como esas señoras, nos explicó mamá. Las esperanzas acababan de floreros. Las esperanzas abrazaban el perímetro de una pista de baile en tu cerebro, bien prietas en su vestido de fiesta, todo perfume y encaje y expectativas malhadadas. Se abanicaban con sus tarjetas de baile, presionando contra las paredes de tu corazón.
05. Aun estando en trance, aun estando poseída, mi hermana era muy juiciosa respecto a sus posibilidades. Las fantasías se despedazaban como una ola contra las rocas de su inteligencia. La locura, por lo que yo había leído, significaba que una persona estaba abierta al agudo y blanco aullido de todas las cosas.
06. "No, no se lo tengo que contar ni a un alma", me prometí. De niño no sabes que un secreto puede evolucionar como un animal. Como un animal, un secreto puede desarrollar una inteligencia auto protectora. Como un cormorán mudo y grueso: tu secreto es un conocimiento con pelaje.
07. El miedo se acumulaba en mi interior. Ciertos sentimientos se iban amontonando como la sangre al formar una gota minúscula. Pero, ya lo decía mamá, si piensas todo el rato en una lucha que perdiste, te estás programando para perder otra vez.
08. La fe es un poder que brota de tu interior, me dije, y la duda es exógena, una mota en el ojo. Una mota negra del universo triste de los adultos.
09. Quién sabe qué estaría viendo. La mía era una peculiar labor detectivesca, como intentar adivinar el argumentó de una película por la sonrisa en la comisura de los labios del público.
10. Acabé por odiar a esas quejicas, con sus pintalabios resecos y grumosos, su rabia arrugada y sus estúpidas y flácidas pamelas de alas tan anchas como los anillos de Saturno.
11. Las cosas pueden haber finalizado en el tiempo horizontal y acabar de empezar en tu cuerpo. A veces, siento el recuerdo de ese verano como una espora, como una semilla que se posa en mí.
12. (...) Entonces no sabía que una tragedia puede desembocar en otra y luego en otra más; que las catástrofes de ojos relucientes surgen del agujero de la muerte como murciélagos de una cueva.