La sabiduría es hija de la experiencia.
Luz, la hija mayor de Dios, es la principal belleza de un edificio.
Sólo hay un modo de hacer dinero escribiendo: casarse con la hija de tu editor.
El que tiene suerte, encuentra en el yerno un hijo; el que no la tiene, pierde una hija.
No me fío de la rosa de papel, tantas veces que la hice yo con mis manos. Ni me fío de la otra rosa verdadera, hija del sol y sazón, la prometida del viento. De ti que nunca te hice, de ti que nunca te hicieron, de ti me fío, redondo seguro azar.
Pero lo que me ha estremecido hasta perder casi el sentido, lo que a mí más me ha estremecido, son tus ojitos, mi hija, son tus ojitos divinos.
Si pierdo, me quedaré contigo para siempre y dejaré que me quieras. Seré la hija más obediente del mundo: comeré tu comida y jugaremos al juego de las familias. Y permitiré que me cosas botones en los ojos. La otra madre se quedó mirándola sin mover los negros botones. -Suena muy bien -reconoció-. ¿Y si no pierdes? -En ese caso me dejas marchar. Nos dejas marchar a todos: a mis verdaderos padres, a los niños muertos, a todos los que tienes atrapados aquí. "Coraline" (2002), Neil Gaiman
"Coraline" (2002) Frases de "Coraline" (2002) Frases de Neil Gaiman
Hija mía, las penas y tentaciones de tu vida comienzan ahora y quizá sean muchísimas, pero puedes vencerlas a todas si aprendes a sentir la fuerza y ternura de tu Padre celestial como sientes la de tu padre terrestre. "Mujercitas" (1868), Louisa May Alcott
"Mujercitas" (1868) Frases de "Mujercitas" (1868) Frases de Louisa May Alcott
Patrik era consciente de que se estaba comportando de un modo sentimental y patético, pero a aquella hora del medio día empezaba a comprender el alcance de la responsabilidad que había asumido al nacer su hija y el alcance del amor y del miedo que implicaba. "Las hijas del frío" (2005), Camilla Läckberg
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Cuando nació mi hija sentí que me quitaban un velo y desaparecía una capa de niebla de mi propia vida.
La verdad es hija del tiempo, y no siento ninguna vergüenza en ser su partera.
Una doctora vestida de blanco apareció en la puerta, con las manos protegidas por unos guantes de goma que le llagaban a la altura del codo, por donde resbalaba, principalmente, un reguero de gotas de sangre. El hombre corrió a su encuentro. - ¿Qué ha sido doctora? -Una niñita. Al escuchar que era padre de una pequeña, el hombre se tambaleó un par de veces hasta caer de espaldas, golpeándose ruidosamente la cabeza contra las baldosas, que dio la sensación de romper. -Doctora – dijo mientras se detuvo en el umbral de la puerta – ¿Conoce a alguien a quien le gustaría tener a una niña? ¿Podría ayudarnos a encontrarle un hogar? - ¿Pero es que en vez de corazón tiene una piedra? – Preguntó enojada la doctora – Llévese a su hija y trátela bien. Cuando cumpla los dieciocho años puede conseguir al menos diez mil para ella. "Las baladas del ajo" (1988), Mo Yan
"Las baladas del ajo" (1988) Frases de "Las baladas del ajo" (1988) Frases de Mo Yan