Entra en la habitación tan silenciosamente como un rayo de sol, (...), iluminado el rostro de una divina dulzura, y con una gracia indescriptible. "La feria de las vanidades" (1848), William Thackeray
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(...) Pero a veces, cuando hablas con tanta dulzura que parece que tu boca está llena de miel, tengo miedo de que estés pensando en los agravios que se te han hecho, y Dios juzgará si eres tan devota y buena en el fondo de tu corazón como en tus palabras. "Cristina hija de Lavrans" (1920), Sigrid Undset
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