Pero todo lo que uno desea, parece que por un burocratismo diabólico, se demora, aun la muerte.
Ése, se me ocurre, era el aspecto más diabólico de los viejos cerebros voluminosos. Solían decir a sus propietarios, en efecto: "He aquí una locura que quizá podríamos hacer. Nunca la haremos, por supuesto, pero resulta divertido pensarlo". Y entonces, como en estado de trance, la gente realmente lo hacía: obligaban a los esclavos a que lucharan a muerte entre ellos en la arena del Coliseo, o quemaban viva a la gente en la plaza pública por tener opiniones localmente impopulares, o edificaban fábricas cuyo único propósito era matar grandes cantidades de gente, o volaban ciudades enteras, etcétera. "Galápagos" (1985), Kurt Vonnegut
Frases de "Galápagos" (1985) Frases de Kurt Vonnegut
No olvides que las brujas tienen magia en los dedos y un poder diabólico en la sangre. Pueden hacer que las piedras salten como ranas y que lenguas de fuego pasen sobre la superficie del agua. Estos poderes mágicos son terroríficos. Afortunadamente, hoy en día no hay un gran número de brujas en el mundo. Pero todavía hay suficientes como para asustarte. "Las brujas" (1983), Roald Dahl
Frases de "Las brujas" (1983) Frases de Roald Dahl
El tiempo nunca concluye y todas las cosas ruedan. Ruedan los soles, las olas, las cabezas, las vidas. Ruedan las ruedas y nunca se cansan de rodar. Ruedan los cubos, saltando sobre sus aristas; ruedan los órganos viriles sobre los vientres de la mujer; ruedan en las llanuras enormes las ruedas del ferrocarril diabólico, saltando sobre los abismos hambrientos; rueda la luz en la atmósfera, las tinieblas en la luz; rueda la serpiente en la vertiente, el feto en la matriz, el puñal en la mano homicida, la crin en el aire azuloso; rueda la muerte dentro del corazón humano. El tiempo nunca concluye. Nunca el péndulo deja de sonar.
Las luces parpadean. Hay unos jadeos repentinos y unos pequeños chillidos de las chicas con el ánimo más exaltado. Es sólo un tramoyista creando efectos, pero ha tenido el resultado deseado. La bruja se frota las manos y confiesa su diabólico plan de engordar a los niños y cocinarlos en su gran horno. Esto hace que todo el mundo chille, y yo me pregunto qué tipo de infancia tuvieron los hermanos Grimm. No son alegres estos cuentos de niños cocinados por brujas, doncellas envenenadas por viejas y a saber qué otras cosas horribles más.
También empecé a entender el extraordinario éxito de los alemanes. ¿Acaso el cura no les había explica lo en una oportunidad a algunos campesinos que aun en tiempos remotos los alemanes se habían complacido en guerrear? La paz nunca les había seducido. No querían labrar la tierra, no tenían paciencia para esperar la cosecha todos los años. Preferían atacar a otras tribus y apoderarse de sus provisiones. Probablemente, los Malignos se fijaron entonces en los alemanes, quienes, ávidos por hacer daño, se vendieron masivamente a ellos. Por eso estaban dotados de magníficos talentos y habilidades. Por eso podían imponer todos sus métodos refinados de mortificación. El éxito era un círculo vicioso: cuantas más abominaciones perpetraban, más poderes secretos adquirían para cometerlas. Cuantos más poderes diabólicos tenían, más abominaciones podían perpetrar.
El caudillo de los jinetes, un elfo de cabellos negros, montaba un semental bayo oscuro, grande como un dragón, engalanado, como todos los caballos del destacamento, con un paramento bordado de escamas de dragón; la bestia, además, llevaba en la frente un bucráneo cornudo verdaderamente diabólico. Como todos los elfos, el jinete moreno llevaba bajo la capa de color cinabrio-amaranto-carmesí una cota de malla formada por aros de un diámetro increíblemente pequeño, gracias a lo cual se ajustaba suavemente al cuerpo, como si fuera una prenda de lana.
Como acabo de decirle, no hay que buscar coherencia en el poder diabólico, pues la coherencia es propia del conocimiento luminoso, y en particular de su máximo exponente, las matemáticas. "Abaddón el exterminador" (1974), Ernesto Sabato
Frases de "Abaddón el exterminador" (1974) Frases de Ernesto Sabato
Simples resortes y espirales producían los movimientos internos de este hombre mecánico. Podía haber sido calificado de puritano. Una aversión esencial, formidable en su simplicidad, invadía su alma obtusa: aversión a la injusticia y al engaño. La unión de ambos -siempre iban juntos- le inspiraba un repudio terco y apasionado que no tenía ni necesitaba palabras para expresarse. Una aversión como esa hubiera merecido elogios de no haber sido el subproducto de la irremediable estupidez del individuo. Llamaba injusto y engañoso a todo aquello que superaba su entendimiento. Adoraba las ideas generales y lo hacía con un aplomo pedante. Lo general era divino, lo concreto diabólico. Si una persona era pobre y otra rica no importaba lo que había causado la ruina de uno o la riqueza del otro; la diferencia misma era injusta, y el pobre que no la denunciaba era tan malvado como el rico que la ignoraba. Las gentes que sabían demasiado, científicos, escritores, matemáticos, cristalógrafos, etc. , no valían más que los reyes o los sacerdotes: todos detentaban una parte injusta del poder que habían quitado con imposturas a los otros. Un hombre sencillo y honesto debía esperarse alguna mala jugada astuta de parte de la naturaleza y de su vecino. "Pálido fuego" (1962), Vladimir Nabokov
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Oh, Fortuna, diabólica ramera. "La conjura de los necios" (1980), John Kennedy Toole
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Ambos parecían distantes de cuanto existía de humano; habían atravesado la tierra del dolor y alcanzado la margen opuesta. "La perla" (1947), John Steinbeck
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Y de repente, con la tremenda lucidez de un hombre a quien se ha engañado demasiado tiempo, comprendió todo el diabólico plan. "El espía que surgió del frío" (1963), John le Carré
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