Frases de La conjura de los necios

La conjura de los necios

21 frases de La conjura de los necios (A confederacy of dunces) de John Kennedy Toole... Ignatius Reilly es un ser inadaptado y anacrónico que sueña con que el modo de vida medieval mientras se sume en ese mundo capitalista que él mismo tanto odia. Una dura y disparatada crítica a la sociedad de consumo.

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de John Kennedy Toole son: alienación, crítica del consumismo, crítica social, sociedad americana, trabajo asfixiante, comunismo.

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Frases de La conjura de los necios John Kennedy Toole

01. Oh, Fortuna, diabólica ramera.


02. ¿Podrías aminorar un poquito la marcha? Creo que tengo un soplo cardíaco.


03. Llevo ya una semana deambulando por el barrio comercial. Carezco, al parecer, de alguna perversión especial que buscan los patronos de hoy.


04. La naturaleza hace a veces un tonto; pero un fanfarrón siempre es obra del hombre.


05. Sólo me relaciono con mis iguales, y como no tengo iguales, no me relaciono con nadie.


06. - ¿Qué clase de partido político secreto? -preguntó recelosa la señora Reilly-. ¿No irás a hablar con una banda de comunistas?


07. Pues claro que soy su hijo -dijo Ignatius- ¿Es que no ve usted el afecto que siente por mí?


08. ¿Dónde busca usted la gente que trabaja aquí? Nunca veo a gente como ésta en ningún otro sitio.


09. Iba a ser un destino malévolo: ahora se enfrentaba a la perversión de tener que ir a trabajar.


10. (...) También les dije a los estudiantes que, en bien del futuro de la humanidad, esperaba que todos fueran estériles.


11. Sólo los degenerados hacen turismo. Yo, personalmente, sólo salí de la ciudad una vez.


12. La comida enlatada es una perversión... Sospecho que es en el fondo muy dañina para el alma.


13. El optimismo me da náuseas. Es perverso. La posición propia del hombre en el universo, desde la Caída, ha sido la de la miseria y el dolor.


14. "Hombre limpio, muy trabajador, de fiar, callado". ¡Santo Dios! ¿Pero qué clase de monstruo quieren? Creo que jamás podría trabajar en una institución con semejante visión del mundo.


15. Intentarían convertirme en un subnormal enamorado de la televisión y de los coches nuevos y de los alimentos congelados. ¿No comprendes? (...) Me niego a que me laven el cerebro. ¡No seré un robot!


16. Mi organismo entero está aun agitado. En consecuencia, estoy aún en el proceso de adaptarme a la tensión del mundo laboral. En cuanto mi organismo se acostumbre a la oficina, daré el paso gigantesco de visitar la fábrica...


17. Su total ignorancia de lo que profesa enseñar merece pena de muerte. Dudo que sepa usted que a San Casiano de Imola le mataron sus propios alumnos atravesándole con sus estilos. Su muerte, un martirio perfectamente honorable, le convirtió en santo patrón de los profesores.


18. La peluquera me dijo que debería tener también una peluca -añadió. - ¿Para qué quieres una peluca? Tienes mucho pelo. -Quiero una peluca negra. Así puedo cambiar mi personalidad. -Escucha, en realidad tú ya tienes el pelo negro, ¿No? ¿Por qué no te dejas el pelo tal como lo tienes y te compras una peluca rubia? -No se me había ocurrido.


19. ¿Acaso crees que quiero vivir en una sociedad comunal con gente como esa battaglia amiga tuya, barriendo calles y picando piedra o lo que ande haciendo siempre la gente en esos desdichados países? Lo que yo quiero es una buena monarquía, firme, con un rey decente, de buen gusto, un rey con ciertos conocimientos de teología y de geometría, y que cultive una rica vida interior.


20. He dado en llegar a la oficina una hora más tarde de lo que allí se me espera. En consecuencia, me encuentro muchísimo más reposado y fresco cuando llego, y evito esa primera hora lúgubre de la jornada laboral en la que los sentidos y el cuerpo entorpecidos aún por el sueño convierten cualquier tarea en una penitencia. Considero que, al llegar más tarde, mejora notablemente la calidad del trabajo que realizo.


21. Si la Smithsonian Institution, ese sobre sorpresa de los desechos de nuestra nación, pudiera, de algún modo, empaquetar herméticamente esta fábrica y transportarla a la capital de los Estados Unidos de Norteamérica, con todos sus obreros inmovilizados en actitud de trabajo, los visitantes que acudieran a ese discutible museo defecarían sin duda en sus chillones atuendos turísticos. Es una escena que combina lo peor de La cabaña del tío Tom y de Metrópolis, de Fritz Lang. Es la esclavitud de los negros mecanizada; ejemplifica el progreso que ha hecho pasar al negro de recoger algodón a cortarlo y coserlo.

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