Frases de Pálido fuego

Pálido fuego

15 frases de Pálido fuego (Pale fire) de Vladimir Nabokov... Edición póstuma de un largo poema escrito por John Shade, gran poeta norteamericanas, poco antes de ser asesinado. También, una novela de intriga, en la que al lector se le invita a tomar el papel de detective.

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Vladimir Nabokov son: intrigas, asesinato, sátira, manipulación, profesor, intolerancia, locura, existencia de dios, ficción sobre escritores.

Frases de Vladimir Nabokov

Frases de Pálido fuego Vladimir Nabokov

01. Todas las religiones se basan en una terminología pasada de moda.


02. Todos los colores me hacían feliz, incluso el gris. Mis ojos eran tales que literalmente fotografiaban.


03. (...) No se preocupe de esas tonterías. Una vez que usted lo transmute en poesía, todo eso será cierto, y los personajes estarán vivos. La verdad purificada del poeta no puede causar dolor ni ofensa. El arte verdadero está por encima del falso honor.


04. El sistema de calefacción era una broma, pues dependía de unos reguladores instalados en el piso desde donde las tibias exhalaciones de una caldera palpitante y quejumbrosa situada en el sótano se difundía en las habitaciones con la debilidad del último suspiro de un moribundo.


05. ¿Qué momento de la desintegración gradual elige la resurrección? ¿Qué año? ¿Qué día? ¿Quién tiene el cronómetro? ¿Quién arrolla la cinta? ¿Son algunos menos afortunados o escapan todos? Silogismo: Otros hombres mueren; pero yo no soy otro; por lo tanto no moriré.


06. Los siete pecados capitales son pecadillos, pero sin tres de ellos: el Orgullo, la Lujuria y la Pereza, quizá nunca hubiese nacido la poesía.


07. (...) Pues morimos cada día; El olvido prospera no con fémures secos sino con vidas llenas de savia y nuestros mejores ayeres, son ahora fétidos montones de nombres arrugados, números telefónicos y fichas descoloridas.


08. El sol es un ladrón: atrae al mar y le roba. La luna es una ladrona: hurta su luz plateada al sol. El mar es un ladrón: disuelve la luna.


09. No me considero un verdadero artista, salvo en un punto: puedo hacer lo que sólo puede hacer un verdadero artista: precipitarme sobre la mariposa olvidada de la revelación


10. Tantas veces, casi todas las noches, durante la primavera de 1959, he temido por mi vida. La soledad es el campo de juego de Satanás. No puedo describir los abismos de mi soledad y de mi aflicción. (...) Todo el mundo sabe cuán dados al regicidio son los zemblanos: dos reinas, tres reyes y catorce pretendientes murieron de muerte violenta, estrangulados, apuñalados, envenenados y ahogados en el curso de un solo siglo (1700-1800).


11. Frost es el autor de uno de los más grandes poemas cortos de la lengua inglesa, un poema que todos los niños norteamericanos saben de memoria, acerca de los bosques invernales, y el crepúsculo desolado, y las dulces reconvenciones de los cencerros del caballo en el aire que se oscurece, y el final prodigioso y conmovedor, los dos últimos versos idénticos en cada sílaba, pero uno personal y físico y el otro metafísico y universal. No me atrevo a citarlos de memoria por temor de desplazar una de esas preciosas palabritas.


12. Simples resortes y espirales producían los movimientos internos de este hombre mecánico. Podía haber sido calificado de puritano. Una aversión esencial, formidable en su simplicidad, invadía su alma obtusa: aversión a la injusticia y al engaño. La unión de ambos -siempre iban juntos- le inspiraba un repudio terco y apasionado que no tenía ni necesitaba palabras para expresarse. Una aversión como esa hubiera merecido elogios de no haber sido el subproducto de la irremediable estupidez del individuo. Llamaba injusto y engañoso a todo aquello que superaba su entendimiento. Adoraba las ideas generales y lo hacía con un aplomo pedante. Lo general era divino, lo concreto diabólico. Si una persona era pobre y otra rica no importaba lo que había causado la ruina de uno o la riqueza del otro; la diferencia misma era injusta, y el pobre que no la denunciaba era tan malvado como el rico que la ignoraba. Las gentes que sabían demasiado, científicos, escritores, matemáticos, cristalógrafos, etc. , no valían más que los reyes o los sacerdotes: todos detentaban una parte injusta del poder que habían quitado con imposturas a los otros. Un hombre sencillo y honesto debía esperarse alguna mala jugada astuta de parte de la naturaleza y de su vecino.


13. Estamos muy artísticamente enjaulados...


14. El guante se alegra de perderse.


15. Ningún hombre libre necesita un Dios; ¿Pero era yo libre?

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