Frases de Galápagos

Galápagos

10 frases de Galápagos (Galápagos: a novel) de Kurt Vonnegut... Un diverso pero reducido grupo de seres humanos naufragan en la isla ficticia y son las únicas fértiles del planeta... ¿En qué se convertirán sus descendientes?.

Frases de Kurt Vonnegut

Frases de Galápagos Kurt Vonnegut

01. Me enseñaron que el cerebro humano es la gloria de la evolución hasta el momento, pero creo que es un sistema muy pobre para la supervivencia.


02. Las meras opiniones, de hecho, gobernaban la conducta de la gente, tanto como la más probada verdad, y estaban sujetas a súbitos cambios como jamás podría estarlo la más probada verdad. De modo que las Islas Galápagos podían ser el infierno en un instante dado y el cielo en el siguiente, y Julio César podía ser un estadista en un momento y un carnicero en el siguiente, y el papel moneda ecuatoriano podía cambiarse por alimentos, vivienda y ropas en un momento y forrar el suelo de una jaula en el siguiente, y el universo podía ser la creación de Dios todopoderoso en un momento y el producto de una gran explosión en el siguiente...Y etcétera, etcétera.


03. Ése, se me ocurre, era el aspecto más diabólico de los viejos cerebros voluminosos. Solían decir a sus propietarios, en efecto: "He aquí una locura que quizá podríamos hacer. Nunca la haremos, por supuesto, pero resulta divertido pensarlo". Y entonces, como en estado de trance, la gente realmente lo hacía: obligaban a los esclavos a que lucharan a muerte entre ellos en la arena del Coliseo, o quemaban viva a la gente en la plaza pública por tener opiniones localmente impopulares, o edificaban fábricas cuyo único propósito era matar grandes cantidades de gente, o volaban ciudades enteras, etcétera.


04. Por qué tantos de nosotros, hace un millón de años, anulábamos con alcohol grandes secciones de nuestro cerebro, sigue siendo un misterio interesante. Quizá intentábamos dar un empujoncito a la evolución, en la dirección correcta: en la dirección de los cerebros reducidos.


05. Lo que hacía al matrimonio algo tan difícil en ese entonces era, una vez más, el instigador de tantos otros abrumadores dolores: el exceso de tamaño del cerebro.


06. Gracias a la decrecida capacidad cerebral, los duendes de las opiniones ya no distraen a la gente del objeto principal de la vida.


07. Mientras Mary pronunciaba la que iba a ser su última conferencia sobre las Islas Galápagos, se detuvo unos cinco segundos en mitad de una frase, asaltada por una duda que si se expresara en palabras podría traducirse en algo como: "Quizá yo no sea más que una loca que después de vagar por la calle entró en esta aula y se puso a explicar a estos jóvenes los misterios de la vida. Y ellos me creen, aunque me equivoque simplemente en todo".


08. Lo que la humanidad estaba a punto de perder, sin embargo, excepto una minúscula colonia en Santa Rosalía, era lo que el mar sin senderos no perdería nunca, en tanto estuviera hecho de agua: la capacidad de curarse.


09. Mientras tanto Mary Hepburn se estaba suicidando en su habitación con la cabeza metida en la bolsa de polietileno de su "vestido Jackie". La bolsa estaba ahora llena de vapor y ella soñaba que era una gran tortuga de tierra tendida de espaldas en un caluroso y húmedo velero de antaño. Agitaba las patas en el aire con perfecta futilidad, como lo habría hecho cualquier tortuga de tierra. Con frecuencia, les había contado a sus alumnos, los veleros que cruzaban el Pacífico solían detenerse en las Islas Galápagos para capturar tortugas indefensas, que podían vivir de espaldas durante meses sin agua ni alimento. Eran tan lentas y mansas y enormes y abundantes. Los marineros las capturaban sin temor a los mordiscos o arañazos y descendían con ellas hasta los botes que esperaban en la costa, utilizando las inútiles armaduras de los anímales como si fueran trineos. Luego las almacenaban de espaldas en la oscuridad, sin prestarles ya atención hasta que les llegara el momento de ser comidas. La belleza que tenían las tortugas para los marineros consistía en que eran carne fresca que no había que refrigerar o comer en seguida.


10. Algún mecanismo automático chasqueó levemente en el voluminoso cerebro de la joven. Sintió que las rodillas se le aflojaban y una sensación de frío en el estómago. Se había enamorado de aquel hombre.

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