El ajedrez, interesantísimo; es juego de dioses: ¡manejar a nuestro antojo un mundo en pequeño con todas sus figuras! Quién sabe si el mundo no será en resumidas cuentas más que eso, un gran tablero de ajedrez al que unos seres superiores juegan con nosotros como nosotros jugamos con las figuras del ajedrez.
Te sientas frente a un tablero y repentinamente tu corazón brinca. Tu mano tiembla al tomar una pieza y moverla. Pero lo que el ajedrez te enseña es que tú deber permanecer ahí con calma y pensar si realmente es una buena idea o si hay otras ideas mejores.
El rasgo que determina junto con otros, la potencia ajedrecística, es la inquebrantable atención sobre lo que ocurre en el tablero.
Cierta vez me retuve en la escuela, después de las clases, y vi a dos alumnos de los grados superiores inclinados sobre un tablero de cuadraditos blanquinegros. Aunque el tablero era idéntico al nuestro, no había encima rodajas planas, sino figuras talladas que yo desconocía. Aquellas figuras se movían de una forma peculiar, cada una a su manera, y no sólo por las diagonales negras, sino por las sesenta y cuatro casillas del tablero. ¿Qué juego es ése? Interrogué a los escolares sin poder contener. El ajedrez, respondió uno, y el otro me lanzó una mirada desdeñosa, asombrado de mi ignorancia.
Aquellos días de los primeros combates de ajedrez, el tablero me seducía como quizá no me haya vuelto a seducir posteriormente. Es raro el ajedrecista principiante que no haya vivido un periodo así de atracción pasional por el tablero.
La cantidad de posibles disposiciones de las piezas en el tablero es ilimitada, y no hay un cerebro, ni siquiera el del matemático más grande o el de un calculador fenomenal, que pueda efectuar el recuento.
Yo consideraba que mi principal misión consistía en pulir mi estilo de juego, en aprender a llevar al tablero planes de largo alcance, sutiles maniobras de posiciones, y jugar con mano firma complejas combinaciones.
(...) El tablero de juego son 300 páginas. Te sientas con los personajes hasta que llega algo; visualizas. Pienso que las imágenes son importantes te colocas en una silla y piensas.
Los desatinos están ahí en el tablero, listos para ser cometidos.
Estamos asistiendo a una macabra partida entre un asesino y un policía en un tablero cuyas casillas son nuestras calles y las fichas son vidas humanas. "Memento Mori" (2013), César Pérez Gellida
Frases de "Memento Mori" (2013) Frases de César Pérez Gellida
(...) Compartía con su novio la pasión por el ajedrez. Ellos siempre decían que el amor era como el ajedrez. Que hay gente que ama con movimientos rápidos, como los alfiles o las torres. Otros quieren de forma extraña, como los caballos. Y finalmente hay otros que son como peones, que no saben amar, sólo saben dar un paso corto, pero esos pueden llegar al final del tablero y conseguir encontrar otra forma de querer. "El mundo azul: ama tu caos" (2015), Albert Espinosa
"El mundo azul: ama tu caos" (2015) Frases de "El mundo azul: ama tu caos" (2015) Frases de Albert Espinosa
Cada vez que nos "moríamos" en ese juego, salía inmediatamente un nuevo tablero, y estábamos otra vez jugando. ¿Cómo podemos saber que no existe un "nuevo tablero" también para nuestras almas? "La joven de las naranjas" (2004), Jostein Gaarder
"La joven de las naranjas" (2004) Frases de "La joven de las naranjas" (2004) Frases de Jostein Gaarder