Los aficionados al ajedrez, los aficionados y los lectores sólo son felices cuando un gran maestro se arriesga, más bien que cuando se limita a mover los trebejos.
(…) Llega la siguiente etapa del aprendizaje; se asimila la interrelación y la distribución armónica de los trebejos. El maestro ajedrecista siempre tiende a conseguir esa distribución precisamente; en su tablero, cada unidad de combate complementa a otra, defendiéndola, además, con frecuencia. En ese periodo ya no embisten figuras aisladas, los ataques no son incursiones casuales, sino que están preparados escrupulosamente, participan en ellos grupos enteros y, a veces, todo el ejército de trebejos.
La multitud, con sus fardos de verdura, con sus cofres a la cabeza, sus cestos de semilla, sus cajas de trebejos, sus bolsas de panes, sus carros de marranos, sus nidares de huevos, se ha desparramado a lo largo de todas las fachadas de las rúas de Betanzos, en la empinada de Sánchez Breguas, en la escalinata de Santa María, en el Campo de la Feria, a la sombra de los altos plátanos amurallados por rampas de piedra, bajo las bóvedas de acacia detrás del Archivo del Reyno de Galicia. "Aguafuertes españolas" (1936), Roberto Arlt
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Era un dibujo diminuto de un tablero de ajedrez. Vi que muchos de los peones y las figuras estaban conectados con pequeñas líneas que luego continuaban hasta el borde de la hoja, donde una serie de números distintos estaban escritos encima de cada línea. "El fuego" (2008), Katherine Neville
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Miré al tablero de ajedrez. La jugada con el caballo estaba equivocada. Lo volví a colocar donde estaba. Los caballos no tenían significado en este juego. No era un juego de caballos. "El sueño eterno" (1939), Raymond Thornton Chandler
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