No es la tiranía lo que deseamos, sino la paz justa, limitada y un gobierno federal.
La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas.
Si los pueblos no se ilustran, si no se divulgan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que puede, vale, debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y será tal vez nuestra suerte cambiar de tiranos sin destruir la tiranía.
Una democracia moderna es una tiranía cuyas fronteras no están definidas.
Cae la cabeza del rey, y la tiranía se vuelve libertad. El cambio parece abismal. Luego, pedazo a pedazo, la cara de la libertad se endurece, y poco a poco se vuelve la misma vieja cara de la tiranía. Después, otro ciclo, y luego otro más. Pero bajo el juego de todos estos opuestos hay algo fundamental y permanente: la ilusión básica de que el hombre puede ser gobernado y al mismo tiempo ser libre.
Los impuestos son el modo en que alimentamos a la gallina de los huevos de oro: la libertad, la democracia y la empresa. Hay quien dice, "Bueno, esa gallina come demasiado". Probablemente sea cierto. ¡Pero más vale una gallina gorda que ninguna! La tiranía no conoce límites en sus apetitos.
No doy valor a mi vida –replicó el desconocido, y me producirá satisfacción perderla tratando de libraros de su tiranía.
Lo distinto de la tiranía global de hoy es que no tiene rostro. No es el Führer, ni Stalin ni un Cortés. Sus maniobras varían según cada continente y sus maneras se modifican de acuerdo a la historia local, pero su tendencia panorámica es la misma: una circularidad.
La humanidad debe implicarse de lleno en este asunto, y no demorar por más tiempo la modificación de las condiciones que causan la miseria de la tiranía de la pobreza a un gran número de personas.
Guardar secretos conduce a la tiranía.
No hay peor tiranía que la de obligar a un hombre a pagar por lo que no desea, simplemente porque otro hombre opina que sería bueno para él.
En toda tiranía la realidad es doble o triple: está lo que se dice; luego, más importante, está lo que no se dice pero debe sobrentenderse y luego están las cosas que el estado dice y que nadie se va a creer y que ellos saben que será así. El principio de cada tiranía es el miedo; lo más importante es que la gente tenga miedo, por el método que sea.