Los efectivos de las SS apenas ascendían entonces a unos trescientos hombres en toda Alemania. Se había formado partiendo de los propios efectivos de la guardia personal de Hitler y estaba constituida por hombres dispuestos a toda clase de servicios, tanto durante el día como a lo largo de la noche. El pálido Himmler no cuadraba bien con los restantes componentes de aquellas unidades. Sin embargo, pronto fue nombrado "Reichsführer" con carácter interino y finalmente, el 6 de enero de 1929, ocupó la jefatura nacional de las SS con carácter definitivo. No acierto todavía a comprender las razones que le llevaron a aquel alto puesto, como no sea el deseo de Hitler de ver las SS en manos seguras y fieles. Porque lo cierto es que Himmler no respondía a ninguna de las condiciones que exigía semejante jefatura.
Nos sentamos silenciosos a la mesa. Cada cual evitaba mirar al vecino. Desde 1938 no se producían discusiones en las reuniones de las jerarquías nacionales y los gauleiter. Estaban oficialmente suprimidas. Pero, a pesar de ello, acostumbrábamos a departir, a veces bastante vivamente, en círculo restringido. En 1943 comunicó el doctor Ley a todos los gauleiter que Hitler consideraría como delito de alta traición la reunión que agrupara a más de tres de ellos. Muchos gauleiter ocupaban altos grados en las SS. ¿A quién podía uno confiarse? Estaba convencido de que tanto Hitler como Himmler se hallarían dispuestos a cortar de raíz cualquier crítica.
A la mañana siguiente, abandonamos Auschwitz. En mi columna debíamos de ser cinco o seis mil personas. Caminamos jornadas enteras, siempre de cinco en cinco, en el gélido frío. (...) Muchos morían de frío durante la noche, o se les helaban los pies. Si no podían caminar, eran rematados allí mismo. Arrastrábamos los pies, teníamos sed, frío, hambre... Pero era preciso andar, andar y seguir andando. Quienes caían de agotamiento se quedaban atrás y eran ejecutados por los SS que cerraban la marcha. Algunos prisioneros debían arrojar sus cuerpos a las cunetas. "Sonderkommando" (2007), Shlomo Venezia
"Sonderkommando" (2007) Frases de "Sonderkommando" (2007) Frases de Shlomo Venezia
El responsable de mi barracón era una auténtica basura. (...) Pero a algunos kapos les gustaba matar personalmente a los prisioneros bajo sus órdenes. Los SS solían elegir a criminales alemanes, que de repente se consideraban los dueños del mundo. Hubieran debido estar encerrados en una celda pero, en vez de ello, se encontraban en posición de fuerza respecto a nosotros. Así, los alemanes no necesitaban tener guardias por todas partes. Confiaban en aquellos hombres violentos para mantener la disciplina en el campo. Si no eran lo bastante violentos, corrían el riesgo de perder sus ventajas, por eso todos teníamos miedo de ellos. "Sonderkommando" (2007), Shlomo Venezia
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Aparte de los prisioneros mayores de edad cada cierto tiempo deportan a los bebés nacidos en el campo. Los separan de las madres poco después de nacer, les tatúan un número en el muslo y los trasladan a los barracones del hospital, donde se quedan hasta que forman un grupo numeroso. Entonces, bajo el cuidado de varias enfermeras y unas SS, se les transporta a un campo para niños, al parecer en los alrededores de Lodz. Sus padres ya no los encontrarán.
Frases de Seweryna Szmaglewska
En los rostros de los SS hay siempre una risa silenciosa, muda, que a mKramer en Bergen Belsenenudo no va acompañada de gestos de la cara, una risa que se percibe sólo en el movimiento de los párpados. A veces, un grito que nace en el interior del vientre también puede ser una carcajada. Los SS no han parado de reír desde que empezaron las gasificaciones en masa, desde que se pasan el día entero borrachos y como narcotizados. (...) Cuando tiran los cuerpos al fuego se alegran al ver que se mueven, que se contorsionan y serpentean entre las llamas. Entonces el SS estalla en una risotada estruendosa, dispara una salva al aire o al fuego, se monta de un salto en su moto y, conduciendo como un loco, se acerca a alguno de los campos para seguir entreteniéndose.
Frases de Seweryna Szmaglewska
Aquello que se iba a llevar a cabo con un absoluto secreto se convierte en un delirio público y desenfrenado que se apodera de todos los SS antes o después.
Frases de Seweryna Szmaglewska
Para ahorrar gas queman a los niños vivos. Por eso los apartan y se los llevan a ellos solos. Un día, un niño pequeño, de unos cinco años, se les escapó a los SS cuando ya estaba en el mismísimo crematorio y con todo el esfuerzo de sus pies pequeños corrió de vuelta a la rampa. ¿Hacia dónde si no podía ir, dónde podía esconderse? Las posibilidades de escaparse de este lugar son mínimas.
Frases de Seweryna Szmaglewska
Cuando el tren entra en la rampa, algo que sucede por regla general durante la noche, los SS y el Sonderkommando apremian a los judíos para que se bajen de los vagones, y los obligan a entregar sus pertenencias. Los intentos ingenuos de resistencia terminan mal; esos verdugos borrachos saben lo que tienen que hacer para que sus órdenes se cumplan de inmediato. Conducen a las personas al crematorio. Sus pertenencias se quedan, sin embargo, en la rampa. Traen cosas suficientes para satisfacer a las personas más codiciosas. Esos borrachos de la SS nadan en la abundancia, hasta el punto de pisotear las joyas sin dignarse recogerlas. Viven en una alegre orgía: quizá de este modo quieren ahogar los sentimientos humanos que no pueden permanecer ciegos ante las escenas que allí se viven.
Frases de Seweryna Szmaglewska
Algunos oficiales SS recorrían el cuarto buscando hombres robustos. Si el vigor era tan buscado, tal vez había que mostrarse fuerte. Mi padre pensaba lo contrario. Era mejor no ponerse en evidencia. El destino de los otros sería el nuestro. (Más tarde nos enteramos de que habíamos tenido razón. Aquellos que fueron elegidos ése día fueron incorporados a la Sonder-kommando, el comando que trabajaba en los crematorios. Bela Katz –hijo de un fuerte comerciante de mi ciudad- había llegado a Birkenau en el primer transporte una semana antes que nosotros. Cuando se enteró de nuestra llegada nos hizo pasar una nota en la que decía que, elegido por su robustez, había introducido él mismo el cuerpo de su padre en el horno crematorio). "La noche" (1958), Elie Wiesel
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Al cabo de poco tiempo apareció en el patio un alto oficial de las SS, vestido con un uniforme negro como el hollín. Nunca había visto un uniforme tan impresionante. En el orgulloso remate de la gorra fulguraba una calavera con dos tibias cruzadas, en tanto que unas insignias en forma de rayos le adornaban el cuello. Tenía la manga cruzada por un brazalete rojo con el temerario signo de la esvástica. (...) El herido mostraba un terrible aspecto: la cara lacerada con la nariz hundida y la boca oculta por pingajos de piel. En la cuenca ocular, tenía pegados restos de hiedra y mazacotes de tierra y de estiércol de vaca. El oficial se agachó junto a esta cabeza amorfa que se reflejaba sobre la superficie brillante de las cañas de sus botas. Interrogaba al herido, o le decía algo. (...) El oficial, asqueado, se disponía a ponerse en pie, cuando el herido volvió a mover súbitamente la boca, gruñó, y luego articuló, con mucha fuerza, una palabra breve que sonó como «cerdo». Inmediatamente se desplomó hacia atrás, golpeándose la cabeza contra el cemento. Al oír esto los soldados se estremecieron y se miraron entre sí, estupefactos. El oficial se levantó y ladró una orden. Los soldados se cuadraron, accionaron los cerrojos de sus fusiles, se acercaron al hombre y lo acribillaron rápidamente a tiros. El cuerpo destrozado se sacudió y después se quedó inmóvil. Los soldados volvieron a cargar sus armas y se pusieron firmes.
Queda claro que yo me ofrecí voluntario para el servicio de la SS. ¿Cuándo? ¿Por qué? "Pelando la cebolla" (2007), Günter Grass
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