"¡Más rápido, perros piojosos!". Ya no caminábamos, corríamos. Como autómatas. Los SS corrían también, con las armas en la mano. Parecía que huíamos de ellos. Noche cerrada. De vez en cuando estallaba una detonación en la oscuridad. Tenían orden de disparar sobre aquellos que no pudieran mantener el ritmo de la marcha. El dedo en el gatillo, no escatimaban los disparos. Si uno de nosotros se detenía un segundo, un disparo seco suprimía al perro piojoso. "La noche" (1958), Elie Wiesel
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A las tres de la tarde -Helio acababa de salir un momento, luego volvería- alguien llamó a la puerta. Yo no lo oí, ya que es taba leyendo en una tumbona al sol en la galería. Al rato apareció Margot toda alterada por la puerta de la cocina. - Ha llegado una citación de la SS para papá -murmuró-. Mamá ya ha salido para la casa de Van Daan. (Van Daan es un amigo y socio de papá. ) Me asusté muchísimo. ¡Una citación! Todo el mundo sabe lo que eso significa. En mi mente se me aparecieron campos de concentración y celdas solitarias. ¿Acaso íbamos a permitir que a papá se lo llevaran a semejantes lugares? "Diario de Ana Frank" (1947), Ana Frank
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Creo que todos los que formaban parte de nuestra expedición vivían con la ilusión de que seríamos liberados, de que, al final, todo iba a salir muy bien. No nos dábamos cuenta del significado que encerraba la escena que expongo a continuación. Hasta la tarde no comprendimos su sentido. Nos dijeron que dejáramos nuestro equipaje en el tren y que formáramos dos filas, una de mujeres y otra de hombres, y que desfiláramos ante un oficial de las SS. (...) Uno a uno, los hombres pasamos ante el oficial. (...) Ninguno de nosotros tenía la más remota idea del siniestro significado que se ocultaba tras aquel pequeño movimiento de su dedo que señalaba unas veces a la izquierda y otras a la derecha, pero sobre todo a la derecha. (...) El hombre de las SS me miró de arriba abajo y pareció dudar; después puso sus dos manos sobre mis hombros. Intenté con todas mis fuerzas parecer distinguido: me hizo girar hasta que quedé frente al lado derecho y seguí andando en aquella dirección. Por la tarde nos explicaron la significación del juego del dedo. Se trataba de la primera selección, el primer veredicto sobre nuestra existencia o no existencia. Para la gran mayoría de aquella expedición, cerca de un 90%, significó la muerte; la sentencia se ejecutó en las horas siguientes. "El hombre en busca de sentido" (1946), Viktor Frankl
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Al frente de la pequeña columna iba un SS que, como buen alemán, amaba a los niños, incluso cuando estaba a punto de verlos en camino hacia el otro mundo. Sentía especial aprecio por un muchacho de doce años, violinista, que llevaba su instrumento bajo el brazo. El SS le dijo que se pusiera en cabeza del cortejo y tocara, y así iniciaron la marcha. "El pianista del gueto de Varsovia" (1945), Wladyslaw Szpilman
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Poco después el jefe de nuestro grupo de trabajo me dijo un día que había conseguido que me asignaran al grupo destinado al edificio del cuartel de las SS en el remoto distrito de Mokotow. Recibiría mejor comida y viviría mucho mejor en general, me aseguró. La realidad fue muy diferente. Tenía que levantarme dos horas antes y caminar cerca de doce kilómetros atravesando toda la ciudad para llegar a tiempo al trabajo. Cuando por fin llegaba, agotado por la caminata, debía ponerme a trabajar de inmediato en una tarea muy superior a mis fuerzas, transportando sobre la espalda pilas de ladrillos colocados en un tablón. También transportaba cubos de cal y barras de hierro. Podría haberlo hecho bien si no hubiera sido porque los capataces de las SS, futuros ocupantes del cuartel, pensaban que trabajábamos demasiado despacio. Nos ordenaban que lleváramos las pilas de ladrillos o las barras de hierro a la carrera, y si alguno desfallecía y paraba lo golpeaban con látigos de tiras de cuero rematadas por bolas de plomo. "El pianista del gueto de Varsovia" (1945), Wladyslaw Szpilman
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Durante la cacería humana de mayo cercaron las calles con la profesionalidad de los SS de pura raza. Andaban a zancadas con sus elegantes uniformes, dando grandes y destempladas voces a imitación de los alemanes, y golpeando a la gente con las porras de caucho. "El pianista del gueto de Varsovia" (1945), Wladyslaw Szpilman
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Alemanes que deseen utilizar armas de fuego debería unirse a la SS o las SA, los ciudadanos no necesitan armas, como pistolas que no sirve al Estado.
Una decena de SS estaban a un lado, con aire indiferente, con las piernas abiertas. En determinado momento se adentraron entre nosotros y, en voz baja, con rostros de piedra empezaron a interrogarnos rápidamente, uno a uno, en mal italiano. No interrogaban a todos, sólo a algunos. " ¿Cuántos años? ¿Sano o enfermo? " y según la respuesta nos señalaban dos direcciones diferentes. (...) En menos de diez minutos todos los que éramos hombres útiles estuvimos reunidos en un grupo. Lo que fue de los demás, de las mujeres, de los niños, de los viejos, no pudimos saberlo ni entonces ni después: la noche se los tragó, pura y simplemente. "Si esto es un hombre" (1947), Primo Levi
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(...) Pero el mejor ejercicio que conozco era el juego en grupo "¡Ataque aéreo, cuerpo a tierra!". Se formaban dos filas y cada equipo tenía que correr llevando una escalera en alto. Los participantes tenían que sujetar la escalera con una sola mano. Cuando el SS que dirigía el juego gritaba: "¡Ataque aéreo, cuerpo a tierra!", todos tenían que tumbarse, unos encima de otros, sin soltar la escalera. Al que la soltaba lo mataban a palos o le azuzaban a los perros para que lo despedazaran. Después el SS empezaba a pasearse por encima de la escalera. Por último, había que levantarse sin salirse de la fila y sin caer al suelo. "Nuestro hogar es Auschwitz" (1947), Tadeusz Borowski
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Por voluntad del Reichsführer de las SS, Auschwitz se convirtió en la mayor instalación de exterminio de seres humanos de todos los tiempos. Que fuera necesario o no ese exterminio en masa de los judíos, a mí no me correspondía ponerlo en tela de juicio, quedaba fuera de mis atribuciones. Si el mismísimo Führer había ordenado la solución final del problema judío, no correspondía a un nacionalsocialista de toda la vida como yo, y mucho menos a un Führer de las SS, ponerlo en duda. "Yo, comandante de Auschwitz" (1958), Rudolf Hoess
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Todo enemigo del Estado que osara levantar la cabeza, todo aquel que intentase sabotear el esfuerzo de guerra, debía ser aniquilado. Tal era la voluntad del Führer. Eicke, por otra parte, inspirándose en esa consigna exigía a sus subordinados que inculcasen a los reservistas llamados a servir en los campos una dureza implacable contra los prisioneros. (...) ¡Cuántas veces tuve que esforzarme por aquel entonces para parecer duro e implacable! Pensaba que se me exigía realizar un esfuerzo sobrehumano; sin embargo Eicke exigía que fuésemos aún más severos e inclementes con los prisioneros. Afirmaba que un SS debía ser capaz de aniquilar a sus propios padres si éstos ofendían al Estado o traicionaban el ideario de Adolf Hitler. "¡Sólo una cosa debe contar: la orden dada!", rezaba el membrete del papel en que escribía sus cartas. "Yo, comandante de Auschwitz" (1958), Rudolf Hoess
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(...) En ese momento debería haberme presentado ante Eicke o el Reichführer de las SS (Himmler) y declarar que no me consideraba apto para servir en un campo de concentración, ya que me identificaba demasiado con los prisioneros. Sin embargo, no tuve el valor de hacerlo, pues no quería descubrir mi estado de ánimo y confesar mi debilidad, y era demasiado obstinado para reconocer abiertamente que me había equivocado al renunciar a mis actividades agrícolas. Tras unirme voluntariamente a las SS, me había habituado demasiado al uniforme negro para renegar de él. (...) Me debatía mucho entre la convicción personal y la fidelidad al juramento que había prestado a las SS y al Führer. "Yo, comandante de Auschwitz" (1958), Rudolf Hoess
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