Frases de El pianista del gueto de Varsovia

El pianista del gueto de Varsovia

32 frases de El pianista del gueto de Varsovia (Smierc Miasta) de Wladyslaw Szpilman... Libro de memorias del músico polaco de origen judío, donde cuenta como sobrevivió a las deportaciones alemanas de judíos a los campos de exterminio, la destrucción del gueto de Varsovia y el Alzamiento de Varsovia durante la Segunda Guerra Mundial.

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Frases de Wladyslaw Szpilman

Frases de El pianista del gueto de Varsovia Wladyslaw Szpilman

01. (...) Sin embargo, todos estos incidentes exteriores carecían por completo de importancia en comparación con el único hecho significativo (...): estábamos encerrados.


02. Creo que habría sido más fácil de soportar, desde el punto de vista psicológico, si hubiéramos estado encarcelados de forma más evidente: recluidos en una celda, por ejemplo.


03. Durante la cacería humana de mayo cercaron las calles con la profesionalidad de los SS de pura raza. Andaban a zancadas con sus elegantes uniformes, dando grandes y destempladas voces a imitación de los alemanes, y golpeando a la gente con las porras de caucho.


04. (...) Estoy seguro de que incluso en la cámara de gas, cuando el fluido letal los estuviera ahogando y convirtiendo en terror la esperanza de sus corazones, "el viejo doctor" les susurraría en un último esfuerzo que todo estaba bien y que todo iba a salir bien, para ahorrar a sus pupilos, al menos, el miedo ante el paso de la vida a la muerte.


05. Al frente de la pequeña columna iba un SS que, como buen alemán, amaba a los niños, incluso cuando estaba a punto de verlos en camino hacia el otro mundo. Sentía especial aprecio por un muchacho de doce años, violinista, que llevaba su instrumento bajo el brazo. El SS le dijo que se pusiera en cabeza del cortejo y tocara, y así iniciaron la marcha.


06. Aquí hay por todas partes miedo y terror declarados, empleo de la fuerza, detenciones. Todos los días se apresa a gente para fusilarla. La vida de un ser humano, por no hablar de su libertad personal, carece de importancia. Pero el amor a la libertad es innato en todos los seres humanos y todas las naciones, y no se puede reprimir por mucho tiempo. La Historia nos enseña que la tiranía nunca ha perdurado.


07. (...) Una mujer le dijo a mi conocido polaco que varios hombres de la Gestapo habían entrado en la maternidad judía, se habían llevado a los recién nacidos, los habían puesto en un saco, habían salido y los habían echado a un coche fúnebre. Los malvados no se conmovieron con el llanto de los niños ni con las quejas desgarradoras de las madres. Aunque casi no se pueda creer, fue así.


08. (...) Muy pronto comenzaron las primeras represalias armadas en el gueto, en primer lugar contra los elementos corruptos que había entre nosotros. Fue asesinado uno de los peores policías judíos: Lejkin, célebre por su diligencia para cazar gente y entregar sus cuotas en el Umschlagplatz. Al poco tiempo murió a manos de asesinos judíos un hombre conocido como Primero, que actuaba de enlace entre la Gestapo y el Consejo Judío. Por primera vez los espías del gueto empezaban a tener miedo.


09. Los alemanes habían elegido por fin su mano de obra y se iban, pero la agitación de la multitud no se calmaba. Poco después oímos el silbido de una locomotora en la distancia y el traqueteo de los vagones sobre los raíles al acercarse. A los pocos minutos divisamos el tren: más de una docena de vagones de ganado y de mercancías rodaban lentamente hacia nosotros. La brisa del atardecer, que soplaba de la misma dirección, nos traía una oleada sofocante de olor a cloro.


10. (...) Furiosos por sus derrotas en el frente y por la evidente alegría que éstas causaban a los polacos, los alemanes reemprendieron las cacerías humanas. Esta vez las extendieron por toda Varsovia. Duraron tres días sin interrupción. Todos los días, al ir y al volver del trabajo, veíamos cómo perseguían y capturaban gente en las calles. Convoyes de camiones de policía cargados de prisioneros iban hasta la cárcel y volvían vacíos, listos para recoger nuevos lotes de futuros internos en campos de concentración.


11. En el gueto no había forma de enterrar a quienes morían de tifus con rapidez suficiente para ir al mismo ritmo que la mortalidad. Pero tampoco era posible dejar sin más los cadáveres en el interior de las casas. En consecuencia, se llegó a una solución intermedia: se despojaba a los muertos de su ropa �demasiado apreciada por los vivos para dejársela puesta- y se depositaban los cuerpos en la aceras envueltos en papel. A menudo tenían que esperar varios días hasta que iban vehículos del Consejo a recogerlos y los llevaban a las fosas comunes del cementerio.


12. Uno no puede evitar preguntarse una y otra vez cómo puede haber tanta gentuza entre los nuestros. ¿Es que han dejado salir a los criminales y a los lunáticos de cárceles y asilos, y los han enviado aquí para que actúen como sabuesos? No, son personas de cierta relevancia dentro del Estado quienes han enseñado a compatriotas en principio inofensivos a actuar así. El mal y la brutalidad están al acecho en el corazón humano. Si se les permite desarrollarse libremente, prosperan y echan terribles retoños, ideas como las que son necesarias para asesinar así a los judíos y los polacos.


13. Ahora los informes dicen que se está vaciando el gueto de Varsovia de la misma forma. Hay cerca de cuatrocientas mil personas en él, y se usan para ese propósito batallones de policía ucranianos y lituanos, en lugar de policía alemana. Cuesta creer todo esto e intento no hacerlo, no tanto porque me preocupe el futuro de nuestra nación, que tendrá que pagar algún día esas monstruosidades, sino porque no puedo creer que Hitler quiera una cosa semejante y que haya alemanes que puedan dar órdenes así. Pero, en tal caso, sólo puede haber una explicación: son enfermos o anormales, o están locos.


14. (...) Sólo cuando me encontraba a salvo al otro lado de la calle Chlodna veía yo el gueto como era en realidad. Sus gentes no tenían capital ni objetos de valor ocultos; se ganaban el pan comerciando. Cuanto más se internaba uno en el laberinto de callejuelas, más vivaz y urgente era el comercio. Mujeres con niños agarrados a la falda abordaban a los viandantes ofreciéndoles su mercancía: unos pocos pasteles sobre un trozo de cartón. Constituían toda la fortuna de esas mujeres, y que sus hijos tuvieran un trocito de pan negro para comer esa noche dependía de que se vendieran.


15. En lo más crudo de ese invierno llegaron a Varsovia numerosos deportados judíos evacuados desde el oeste. Es decir, llegaron sólo una parte de ellos: los habían cargado en vagones para ganado en sus lugares de origen, habían precintado los vagones y los deportados habían tenido que hacer el viaje sin comida, agua ni protección alguna contra el frío. (...) En algunos trenes apenas quedaban vivos la mitad de los pasajeros, y con graves congelaciones. La otra mitad eran cadáveres que, rígidos por el frío glacial, se mantenían en pie aprisionados entre los vivos y caían al suelo al moverse éstos.

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