Los hombres de la tierra llegaron a marte. Llegaron porque tenían miedo o porque no lo tenían, porque eran felices o desdichados, porque se sentían como los peregrinos, o porque no se sentían como los peregrinos. Cada uno de ellos tenía una razón diferente. Abandonaban mujeres odiosas, trabajos odiosos o ciudades odiosas; Venían para encontrar algo, dejar algo o conseguir algo; Para desenterrar algo, enterrar algo o alejarse de algo. Venían con sueños ridículos, con sueños nobles o sin sueños. El dedo del gobierno señalaba desde letreros a cuatro colores, en innumerables ciudades: hay trabajo para usted en el cielo. ¡Visite marte! Y los hombres se lanzaban al espacio. Al principio sólo unos pocos, unas docenas, porque casi todos se sentían enfermos aun antes que el cohete dejara la tierra. Y a esta enfermedad la llamaban la soledad, porque cuando uno ve que su casa se reduce hasta tener el tamaño de un puño, de una nuez, de una cabeza de alfiler, y luego desaparece detrás de una estela de fuego, uno siente que nunca ha nacido, que no hay ciudades, que uno no está en ninguna parte, y sólo hay espacio alrededor, sin nada familiar, sólo otros hombres extraños. "Crónicas marcianas" (1950), Ray Bradbury
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Había pruebas abrumadoras en contra de la vida inteligente en cualquier otra parte del Sistema Solar...O simplemente de vida de cualquier clase excepto en la Tierra y en Marte. "2001: Una odisea espacial" (1968), Arthur Clarke
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