No dudaría un momento en renunciar si los trabajadores, los campesinos, los técnicos y profesionales de Chile así me lo demandaran o sugirieran.
¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!
Trabajadores de Chile: el invierno está terminando y aparecen ante nosotros horizontes económicos promisorios.
Trabajadores de mi Patria: Tengo fe en Chile y en su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán de nuevo las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!
Estamos seguros de que la gran mayoría de la población chilena nos entregará ahora la responsabilidad de llevarlo a la práctica y materializar lo que Chile se merece: un futuro digno, independiente y soberano, un creciente bienestar general y una distribución más justa de los frutos de nuestro esfuerzo productivo.
Chile es el único país de América cuyo origen fue cantado en verso y celebrado en una epopeya del siglo XVI, tiempo en que ya no se escribían en Europa cantares épicos de gesta.
Mucho más que una "última Thule" europea, Chile ha sido, para los aborígenes del continente y los extranjeros llegados con el descubrimiento, la Conquista y la una "finis terrae". Donde la tierra se acaba, donde el fuego se acaba, el ultimo cabo -Cabo de Hornos en que se disgrega la Tierra del Fuego. Quienes llegaron a Chile lo hicieron para quedarse ahí.
Creo que ningún suceso político, desde el nacimiento de Chile a la vida independiente, tendrá tanta trascendencia como el 11 de septiembre.
Tratamos de hacer de Chile un país de propietarios y no de proletarios.
Amo a Chile por sobre todas las cosas y ni aún las más dolorosas circunstancias que deba enfrentar impedirán que, con toda la fuerza de mi espíritu, a la distancia, repita siempre una y mil veces, Viva Chile.
Creyendo que en las circunstancias actuales puede contribuir a que la patria adquiera su tranquilidad el que yo deje el mando supremo del Estado, y habiendo acordado sobre este punto lo conveniente con el pueblo de Santiago reunido, he venido en abdicar la dirección suprema de Chile.
En Chile los días llovieron miseria, los días llovieron dolores, los días llovieron soledad. Y aunque las lluvias cesaron, temo al país desmemoriado. "Antigua vida mía" (1995), Marcela Serrano
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