En las tinieblas la imaginación trabaja más activamente que en plena luz.
La esclavitud es hija de tinieblas, un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción.
El ámbito iluminado por la ciencia está rodeado de un espacio en tinieblas tan extenso, que ha de parecer ridícula la pretensión de limitar la existencia al hábitat del conocimiento.
Comienzo la creación en un instante del poema separo tinieblas. Me creo a mí mismo.
Déjame ver sin ti, falaz amigo, el perfecto color de las tinieblas.
Amada, afuera nos besaremos desnudos de tinieblas y pavores, tendidos en amor de Cristo.
Los sabios de mayor renombre caminaron en las tinieblas de la ignorancia; fueron, sin embargo, las lumbreras de su tiempo.
De la muerte nadie que volviese de ella podría decir que vale la pena, pues no se tiene vivencia alguna de la muerte. Salimos de las tinieblas y entramos en las tinieblas. Entre esos dos instantes hay muchas experiencias, vivencias, pero no vivimos ni el principio ni el fin, ni el nacimiento ni la muerte; ninguno de los dos tiene carácter subjetivo; en tanto procesos, caen enteramente en el terreno de lo objetivo. "La montaña mágica" (1924), Thomas Mann
"La montaña mágica" (1924) Frases de "La montaña mágica" (1924) Frases de Thomas Mann
Las tinieblas impresionan a los sentidos tanto como la luz.
(...) Cada uno sale de las tinieblas y vuelve a las tinieblas. Nadie vive para siempre, pero entre una tiniebla y otra, hay un poco de vino, unas cuantas flores, algún chiste, alguna que otra experiencia sexual interesante, y alguna que otra conversación bella. Cuando yo llegue a la otra tiniebla, no voy a llegar con las manos vacías. No voy a pensar que todo ha sido en vano. Siento en mí el deseo de escribir para devolver parte de la belleza, parte del placer, y parte de lo que el mundo me ha regalado. El paso de una tiniebla a otra es un hecho, pero lo que hay entre los dos extremos, a mí me resulta dulce, incluyendo los momentos amargos.
Mientras marchaba entre las tinieblas le hablaba, con las palabras que le murmuraría al oído dentro de poco: ¡Estoy aquí, madre mía, aquí me tienes, no te dejaré nunca más; regresaremos juntos a casa; estaré siempre a tu lado en el barco, pegado a ti y nadie me arrancará ya de tu lado, nunca más, mientras vivas! Y no se daba cuenta, mientras tanto, de que sobre las cúspides de los árboles gigantescos iba muriendo la luz argentina de la luna en la blancura delicada del alba.
Sólo Barrabás seguía colgado, con vida aún. Cuando sintió llegar la muerte, a la que siempre había tenido tanto miedo, dijo en las tinieblas, como si a ellas hablase: -A ti encomiendo mi espíritu. Y entregó su alma.