Has de hablar como en testamento, que a menos palabras, menos pleitos.
Decido hacer mi testamento. Es este: les dejo el tiempo, todo el tiempo.
Sí, el Testamento... El piensa que eso le salvará la vida o, por lo menos, vengará su muerte. (...) Roma teme el Testamento, pero yo no. Y dile a sus padres que lo que está escrito en el papel afecta a la historia. Pero no a la vida. La vida es otra historia. "El siciliano" (1984), Mario Puzo
Frases de "El siciliano" (1984) Frases de Mario Puzo
Es un gran hombre, un gran soldado y un amigo fiel, pero toma notas de todo... Y no hay nada más peligroso que la memoria escrita. "El general en su laberinto" (1989), Gabriel García Márquez
"El general en su laberinto" (1989) Frases de "El general en su laberinto" (1989) Frases de Gabriel García Márquez
Tus retratos de sangre los recorto cuidadosamente y, para que no se deshilachen, suelo hacerles un dobladillo todo alrededor; en esto vengo ocupando casi todo mi día. En mi testamento, hijo mío, he añadido una cláusula disponiendo que me amortajen con una sábana hecha cosiendo todos los retratos tuyos que yo escupo cada mañana. "Mrs Caldwell habla con su hijo" (1953), Camilo José Cela
Frases de "Mrs Caldwell habla con su hijo" (1953) Frases de Camilo José Cela
Sean cuales fueren las fantasías de la persona sobre lo que ocurrirá después de su muerte, su testamento o sus papeles póstumos ofrecen la última oportunidad de un saldo. "¿Qué dice usted después de decir hola?" (1972), Eric Berne
Frases de "¿Qué dice usted después de decir hola?" (1972) Frases de Eric Berne
Un testamento es un regalo extraño. "Al este del Edén" (1952), John Steinbeck
"Al este del Edén" (1952) Frases de "Al este del Edén" (1952) Frases de John Steinbeck
No hay epílogos. Toda vida, toda novela, debiera acabar en medio de una frase, porque sí, aunque todos los personajes hubieran otorgado testamento. "Campo de los almendros" (1968), Max Aub
"Campo de los almendros" (1968) Frases de "Campo de los almendros" (1968) Frases de Max Aub
(...) Mi padre murió justo dos meses después -de pronto, inopinadamente, sin haber estado enfermo un solo día de su vida-, y durante muchas semanas estuve casi todo el tiempo ocupado con el testamento, arreglando sus asuntos, atando los cabos sueltos. Su muerte me afectó mucho, causándome un profundo dolor, y utilicé mi escasa energía creadora en escribir sobre él. La tremenda ironía era que me había legado algo. No se trataba de una cuantiosa herencia, pero era más dinero del que había tenido nunca y me ayudó a pasar de una existencia a otra. Volví a Nueva York y seguí escribiendo. Al final acabé enamorándome y me casé otra vez. En aquellos cuatro años todo cambió para mí. "A salto de mata" (1997), Paul Auster