Frases de A salto de mata

A salto de mata

18 frases de A salto de mata (Hand to mouth) de Paul Auster... Memoria en la que Paul Auster reflexiona sobre sus primeros años como escritor, y cuyas frases recopiladas exploran temas como la lucha creativa, la escritura, la supervivencia y las experiencias en la década de 1970.

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Paul Auster son: proceso creativo, escritura creativa, escasez de alimentos, supervivencia, búsqueda de la libertad, incertidumbre economica, ser escritor.

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Frases de A salto de mata Paul Auster

01. El que confía en imbéciles, termina comportándose como un imbécil.


02. (...) Me enamoré locamente de ella, pero era una pasión sin esperanza, una causa perdida desde el principio.


03. Cuando llegué a la treintena, pasé por unos años en los cuales todo lo que tocaba se convertía en fracaso.


04. (...) Era un anarquista, y como no tenía ambiciones porque no quería poseer las cosas que otros deseaban, nunca se guiaba por más reglas que las suyas.


05. No escribía críticas por dinero, pero me pagaban la mayoría de los artículos que publicaba y, hasta cierto punto, eso me ayudaba a redondear los ingresos.


06. Cuando me disponía a largarme a casa para ponerme delante de la máquina de escribir, me dio un consejo excelente. -Esto es el cine, no Shakespeare. Hágalo lo más vulgar que pueda.


07. (...) No sentía un interés particular por los bienes materiales, y la perspectiva de ser pobre no me asustaba. Lo único que quería era una oportunidad de realizar la obra que sentía en mi interior.


08. (...) Eran los clásicos vagabundos americanos, trabajadores errantes que parecían salidos directamente de una novela de Steinbeck, y sin embargo eran tan divertidos juntos, estaban tan llenos de agudezas, ebriedad y alegría, que su compañía era irresistible.


09. La mayoría de los escritores llevan una doble vida. Ganan buen dinero en profesiones normales y se las arreglan lo mejor que pueden para escribir por la mañana temprano, a altas horas de la noche, durante el fin de semana, las vacaciones.


10. París seguía siendo París, pero yo ya no era el mismo de entonces. Había pasado los dos últimos años en un delirio de libros, y en mi cabeza se habían vertido nuevos mundos, transfusiones capaces de alterar la vida habían reconstituido mi sangre.


11. Estar con él podía ser agotador, pero su forma de armar líos tenía algo de admirable, un carácter casi científico, como si llevara a cabo un experimento, sacudiendo las cosas por el puro placer de ver dónde aterrizarían cuando el polvo se asentase.


12. A menos que se resulte ser un elegido de los dioses (y pobre de quien cuente con ello), con escribir no se gana uno la vida, y si se quiere tener un techo sobre la cabeza y no morirse de hambre, habrá que resignarse a hacer otra cosa para pagar los recibos.


13. Nos habían enseñado a creer en la "libertad y justicia para todos", pero el caso era que la libertad y la justicia solían estar reñidas. La persecución del dinero no tenía nada que ver con la equidad; su motor era el principio social de "sálvese quien pueda".


14. La saludable y deprimente rectitud de la vida americana no era más que una farsa, una campaña publicitaria sin interés. En cuanto se analizaban los hechos, las contradicciones empezaban a saltar a la vista, flagrantes hipocresías quedaban al descubierto, toda una nueva forma de mirar las cosas se hacía de pronto posible.


15. Mi trabajo de escritor se hundía y estaba abrumado por problemas de dinero. No me refiero simplemente a una escasez ocasional, ni a tener que apretarme el cinturón de cuando en cuando, sino a una falta de dinero continua, opresiva, casi agobiante, que me envenenaba el alma y me mantenía en un inacabable estado de pánico.


16. La paternidad era la línea divisoria, el gran muro que separaba la juventud de la edad adulta, y ya me encontraba para siempre al otro lado. Me alegraba estar allí. Emocional, espiritual e incluso físicamente no quería estar en ningún otro sitio, y me sentía completamente dispuesto a hacerme cargo de las responsabilidades de vivir en él.


17. Tres meses después del fracaso de la obra, nació mi hijo. Presenciar la venida al mundo de Daniel fue un momento de suprema felicidad para mí, un acontecimiento de tal magnitud que en el momento en que rompí a llorar a la vista de su cuerpecito y lo cogí en brazos, hasta me pareció que el mundo había cambiado, que yo acababa de pasar de un estado a otro de la vida.


18. (...) Mi padre murió justo dos meses después -de pronto, inopinadamente, sin haber estado enfermo un solo día de su vida-, y durante muchas semanas estuve casi todo el tiempo ocupado con el testamento, arreglando sus asuntos, atando los cabos sueltos. Su muerte me afectó mucho, causándome un profundo dolor, y utilicé mi escasa energía creadora en escribir sobre él. La tremenda ironía era que me había legado algo. No se trataba de una cuantiosa herencia, pero era más dinero del que había tenido nunca y me ayudó a pasar de una existencia a otra. Volví a Nueva York y seguí escribiendo. Al final acabé enamorándome y me casé otra vez. En aquellos cuatro años todo cambió para mí.

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