La única salvación para los vencidos es no esperar salvación alguna.
Madres, en vuestras manos tenéis la salvación del mundo.
En este momento, no hay otra salvación. Debemos movilizar todos nuestros recursos para combatir la mentira, el odio, la pobreza y la injusticia. Debemos llevar la virtud a este mundo.
Una idea es la salvación por medio de la imaginación.
Esa oscuridad interior que llamamos ignorancia, es la raíz del sufrimiento. A mayor luz interior, menor oscuridad. Ésta es la única forma de alcanzar la salvación.
Nadie está excluido de pedir a Dios, la puerta de la salvación está en abierta para todos los hombres.
Todas las cosas están a disposición de Dios, y la decisión de la salvación o la muerte perteneciente a él.
Frente a los grandes méritos de otro no hay más medio de salvación que el amor.
No hay salvación del tema ambiental si cada uno de nosotros no entiende que depende de todos, no solo las empresas o del gobierno, que en definitiva, dependen y reaccionan de nosotros. Si vos pensás que una empresa contamina, deja de comprar los productos, el poder lo tenes vos, y la empresa tiene dos vías o cerrar o cambiar. Lo mismo con el voto, si vos ves que un gobierno no hace nada por el medio ambiente, no lo votes. La solución y el poder de cambiar está en nosotros.
Entre el hombre que puede hacerse comprender y el hombre que no puede hacerse comprender hay un abismo: uno se salvará, el otro no.
(...) Por los altavoces había llegado la orden de permanecer en los barracones. Por encima de los techos de los barracones silbaban balas. Formaciones armadas de los prisioneros pasaban marchando. Por la tarde escuchamos gritos fuertes en la amplia ladera desarbolada que se extendía fuera del campo. Algunos temerarios cruzaban corriendo la huerta montaña arriba y saludaban agitando pañuelos blancos. Por la carretera regional, mucho más abajo, en el valle, rodaban los tanques estadounidenses. Rodaban, se detenían y había disparos todo el tiempo. De modo que había llegado la hora de la liberación. (Aún no lo creíamos, ¡Habrían de pasar días hasta que creyésemos realmente en nuestra salvación!) Los niños no entendían nada. Los tres o cuatro adultos que, como yo, habían hallado asilo en el barracón de los niños, estaban demasiado débiles y se mostraban muy escépticos. Que para nosotros la guerra hubiese terminado, que los nazis estuviesen derrotados, las SS se hubiesen dado a la fuga o hubiesen sido capturadas por los políticos y que nosotros fuéramos libres, eso no lo podía creer nadie a esa hora. Sin ninguna conmiseración, los niños escuchaban el tiroteo, el rodar de los tanques, las llamadas y las órdenes de las formaciones surgidas de debajo del suelo, las palabras excitadas de algunos pocos, que corrían de barracón en barracón llevando nuevas de victoria. Los niños habían escuchado mucho y no habían creído nada. Su realidad era el campo.
Como norma general, quienes protegen a los animales sienten por ellos lo mismo que sienten por otras criaturas indefensas y víctimas de abusos: los niños golpeados y abandonados, los enfermos, los internos de las instituciones penitenciarias y las personas ingresadas en sanatorios mentales, que sufren malos tratos de forma habitual sin posibilidad de salvación.