El pensamiento del hombre, que no consiste más que en las comparaciones que se hacen para examinar las sensaciones, no puede preceder a la existencia de la memoria.
Nuestra memoria es un mundo más perfecto que el universo: le devuelve la vida a los que ya no la tienen.
Cierro los ojos para ver y siento que me apuñalan fría, justamente, con ese hierro viejo: la memoria.
Tengo memoria de elefante. De hecho, los elefantes a menudo me consultan.
No permitas que tu memoria se enajene de las cosas que tienes, sino de las que te hagan falta.
La memoria se acrecienta usando y aprovechándose de ella.
¿Qué culpa tengo yo de tener una memoria de colodión, que lo que miro se me queda grabado?
El que se va se lleva su memoria, su modo de ser río, de ser aire, de ser adiós y nunca.
Cuando el tiempo se atasca en sus rompeolas, tu acaso al suyo inmenso reconcilias, y afloras más precisa, memoria, de la oscura región donde bajabas, como ahora al escampar se espesa el verde en los ramajes, el bermejo en los muros.
¡Memoria! Te gusta engañarnos.
Dentro del hombre ni esperanza empuja ni memoria sujeta.
Quien dice siempre la verdad puede permitirse tener mala memoria.