Sus caricias son sueños, entreabren la muerte, son lunas accesibles, son la vida más alta.
Largos goces iniciados, caricias no terminadas, como si aun no se supiera en qué lugar de los cuerpos el acariciar se acaba, y anduviéramos buscándolo, en lento encanto, sin ansia.
Por eso, mientras llueve, agradezco tu cuerpo entre las sábanas y esta pasión desierta de acariciar tus muslos, más o menos extraños y hermosos como un sueño que acaba de llegar.
(...) El lecho del tamaño del deseo para intentar todas las caricias y confundir las pieles en el largo sudor que resplandece en la media luz de las cortinas de la tarde.
Tengo yo la entrada de tus recuerdos, quietos, encerrados en mis caricias: forma de tu vida.
¡Ven y deleitémonos con los amores, con néctar del paladar, pues mejores son tus caricias que el vino!
¿Tú te acuerdas, casi en el tacto, como yo, de la caricia intranquila entre dos maniobras, del temblor de tus pechos en la camisa abierta cara al viento?
No es sólo un placer; acariciar y ser acariciado es también una necesidad para nuestro bienestar, equilibrio y desarrollo. Las caricias son un lenguaje rico y sofisticado. Un extraordinario código de comunicación tan elocuente o más que las palabras, ya que nos permiten acercarnos al otro y crecer en la expresión del amor.
Sus caricias te pueden reducir a un pobre imbécil. Son como el alumbrado de la vida. Las mujeres. Lo máximo. "Seguro que esta historia te suena I" (2005), Karmelo Iribarren
Frases de "Seguro que esta historia te suena I" (2005) Frases de Karmelo Iribarren
Necesita tocar, acariciar, y la gente no sabe qué es eso, no le entienden. "El síndrome Mozart" (2003), Gonzalo Moure
"El síndrome Mozart" (2003) Frases de "El síndrome Mozart" (2003) Frases de Gonzalo Moure
Quien acaricia de lejos no está lo bastante cerca para matar. "Bajo los vientos de Neptuno" (2004), Fred Vargas
"Bajo los vientos de Neptuno" (2004) Frases de "Bajo los vientos de Neptuno" (2004) Frases de Fred Vargas
Sus caricias poseían una extraña cualidad. Unas veces eran suaves y evanescentes, otras, fieras, como las caricias que Elena había esperado cuando sus ojos se fijaron en ella; caricias de animal salvaje. Había algo de animal en sus manos, que recorrían todos los rincones de su cuerpo, y que tomaron su sexo y su cabello a la vez, como si quisieran arrancárselos, como si cogieran tierra y hierba al mismo tiempo. "Delta de Venus" (1978), Anais Nin