[Sobre el feminicidio en la República Democrática del Congo] hay grandes potencias detrás de esta violencia, grandes intereses detrás de las violaciones. En el plano internacional no hay interés por la situación y los medios no se interesan por esta cuestión. Por eso no se ha encontrado una solución sostenible al conflicto. Sin embargo, vemos conflictos que son también cruentos, pero que no tienen la amplitud del conflicto del Congo, y que sí aparecen en los medios cada día. Esta es la situación.
He empezado a ver las cosas de otro modo. No quiero morir por nada. Mi objetivo ahora es movilizar a la sociedad civil internacional. Todos los días se habla de Irak pero en Congo han muerto tres millones de personas en 14 años de guerra. Quinientas mil mujeres han sido agredidas. ¿Y eso quién lo sabe?
Haciendo mi trabajo, hiero la sensibilidad del gobierno ruandés, del congoleño y de los rebeldes. Estoy acostumbrada a vivir en el peligro. No soy una inconsciente, ni una heroína.
Allá, en el Congo, conviviendo con la injusticia y la violencia, había descubierto la gran mentira que era el colonialismo y había empezado a sentirse un "irlandés", es decir, ciudadano de un país ocupado y explotado por un Imperio que había desangrado y desalmado a Irlanda. "El sueño del celta" (2010), Mario Vargas Llosa
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La visión de mi vida es la creación de un nuevo Congo.
Amo mi país intensamente, apasionadamente. Cuando peleo por las mujeres congolesas, peleo por la República Democrática del Congo.
La cultura de la República Democrática del Congo está cambiando, el cambio es de a una mujer a la vez.
Por desgracia, el interés económico muchas veces está por encima de los humanos y allí en la República Democrática del Congo el cuerpo de la mujer es un campo de batalla.
(...) No se puede aceptar la crueldad en ninguna de sus facetas. Y me da rabia que por ejemplo las 500.000 mujeres que han denunciado malos tratos en la República Democrática del Congo después sean repudiadas y abandonadas.
Nunca fui muy religioso, ya se lo dije. Desde que murió mi madre, la religión fue para mí algo mecánico y secundario. Sólo después de 1903, de ese viaje de tres meses y diez días al interior del Congo que le conté, volví a rezar. Cuando creí que iba a perder la razón ante tanto sufrimiento. Así descubrí que un ser humano no puede vivir sin creer. "El sueño del celta" (2010), Mario Vargas Llosa
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