Frases de El sueño del celta

El sueño del celta

42 frases de El sueño del celta de Mario Vargas Llosa... Historia recrea la vida de Roger Casement, cónsul británico que se hizo famoso por sus denuncias contra las atrocidades y abusos del sistema colonial existente en el Congo Belga, administrado por Leopoldo II, rey de Bélgica.

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Mario Vargas Llosa son: ficción histórica, tortura, abuso de poder, colonialismo, homosexualidad, conspiración, esclavitud, genocidio, codicia, corrupción, dios, patriotismo, traición, héroe, nacionalismo, exposición de la vida privada, falsa acusación, aventuras amorosas.

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Frases de El sueño del celta Mario Vargas Llosa

01. El patriotismo cegaba la lucidez.


02. Lo principal no es la tumba sino la memoria.


03. Suspiró, abrumado por los niveles de imbecilidad que padecía el mundo.


04. No era indispensable ser patriota y nacionalista para ser generoso y valiente.


05. Se puede ser un gran escritor y un timorato en asuntos políticos.


06. La razón no convence a los místicos ni a los mártires.


07. Basta un poco de sensibilidad para que nos sintamos a veces impotentes y atemorizados.


08. Eso era la historia, una rama de la fabulación que pretendía ser ciencia.


09. La impopularidad no es siempre un buen indicio para decidir la justicia de una causa.


10. En lo que se refiere a Dios hay que creer, no razonar... Si razonas, Dios se esfuma como una bocanada de humo.


11. Cuando creí que iba a perder la razón ante tanto sufrimiento. Así descubrí que un ser humano no puede vivir sin creer.


12. "En lo que se refiere a Dios hay que creer, no razonar", decía Herbert. "Si razonas, Dios se esfuma como una bocanada de humo".


13. Comenzaba a presentir que la realidad no se iba a plegar a sus planes, que, más bien, se empeñaría en hacerlos fracasar.


14. Todos llevamos adentro a uno de estos ancestros... ¿La prueba? Los símbolos a los que rendimos culto con respeto reverencial. Los escudos, las banderas, las cruces.


15. Escribir lo que no se había vivido, lo que sólo se había querido vivir, era también una manera -cobarde y tímida- de vivirlo...


16. (...) El primer día que pudo ponerse de pie a los pocos pasos se desplomó al suelo, exhausto, en un estado de debilidad que no recordaba haber sentido antes.


17. Lo entiendo perfectamente... Dios tiene sus procedimientos. Desasosiega, inquieta, nos empuja a buscar. Hasta que un día todo se ilumina y ahí está Él. Le ocurrirá, ya verá.


18. Tenga en cuenta que Lima está más lejos de Iquitos que New York y Londres, por la falta de transporte. Son dos meses de viaje en el mejor de los casos.


19. Cuando las cosas no tenían marcha atrás, no valía la pena perder el tiempo preguntándose si hubiera sido preferible que no ocurrieran. Mejor tratar de enrumbarlas por el buen camino.


20. La esclavitud está abolida en el Perú hace más de medio siglo. Se podría recurrir a la policía y a los jueces. Pero todos ellos tienen también sus sirvientitas compradas.


21. No tengo gran admiración por los mártires... Ni por los héroes. Esas gentes que se inmolan por la verdad o la justicia a menudo hacen más daño del que quieren remediar.


22. La incredulidad. Así se defendía el ser humano contra todo aquello que mostraba las indescriptibles crueldades a las que podía llegar azuzado por la codicia y sus malos instintos en un mundo sin ley.


23. Todo eso era verdad, pero también lo era que la idea de Dios no cabía en el limitado recinto de la razón humana. Había que meterla allí con calzador porque nunca encajaba del todo.


24. Qué suerte tenían aquellos para quienes la existencia del Ser Supremo no había sido nunca un problema, sino una certeza gracias a la cual el mundo se les ordenaba y todo encontraba su explicación y razón de ser.


25. La política, como todo lo que se vincula al poder, saca a veces a la luz lo mejor del ser humano -el idealismo, el heroísmo, el sacrificio, la generosidad-, pero, también, lo peor, la crueldad, la envidia, el resentimiento, la soberbia.


26. (...) Éste era uno de los muy escasos políticos que conocía a los que la política no los había privado del humor y a que su acción cívica era totalmente principista y desinteresada: le importaban las ideas y despreciaba el poder.


27. Una vez más se dijo que su vida había sido una contradicción permanente, una sucesión de confusiones y enredos truculentos, donde la verdad de sus intenciones y comportamientos quedaba siempre, por obra del azar o de su propia torpeza, oscurecida, distorsionada, trastrocada en mentira.


28. No era un ateo, ni un agnóstico, sino algo más incierto, un indiferente que no negaba la existencia de Dios -el "principio primero"- pero incapaz de sentirse cómodo en el seno de una iglesia, solidario y hermanado con otros fieles, parte de un denominador común.


29. La Amazonia es un gran emporio de riquezas, sin duda -asintió Casement, sin alterarse-. Nada más justo que el Perú las aproveche. Pero sin abusar de los nativos, sin cazarlos como animales y sin trabajo esclavo. Más bien, incorporándolos a la civilización mediante escuelas, hospitales, iglesias.


30. Allá, en el Congo, conviviendo con la injusticia y la violencia, había descubierto la gran mentira que era el colonialismo y había empezado a sentirse un "irlandés", es decir, ciudadano de un país ocupado y explotado por un Imperio que había desangrado y desalmado a Irlanda.


31. Éramos más que enamorados, Gee. Hermanos, cómplices. Las dos caras de una moneda. Así de unidos. Tú fuiste muchas cosas para mí. La madre que perdí a los nueve años. Los amigos que nunca tuve. Contigo me sentí siempre mejor que con mis propios hermanos. Me dabas confianza, seguridad en la vida, alegría.


32. Su expresión era impenetrable. En su mirada dura y fría había algo inflexible. (...) Le recordó esas miradas vacías de humanidad de los jefes de estación de las caucherías del Putumayo, miradas de hombres que han perdido (si alguna vez la tuvieron) la facultad de discriminar entre el bien y el mal, la bondad y la maldad, lo humano y lo inhumano.


33. A él también el Congo lo había humanizado, si ser humano significaba conocer los extremos que podían alcanzar la codicia, la avaricia, los prejuicios, la crueldad. La corrupción moral era eso, sí: algo que no existía entre los animales, una exclusividad de los humanos. El Congo le había revelado que esas cosas formaban parte de la vida. Le había abierto los ojos.


34. Nunca fui muy religioso, ya se lo dije. Desde que murió mi madre, la religión fue para mí algo mecánico y secundario. Sólo después de 1903, de ese viaje de tres meses y diez días al interior del Congo que le conté, volví a rezar. Cuando creí que iba a perder la razón ante tanto sufrimiento. Así descubrí que un ser humano no puede vivir sin creer.


35. Todas las gestiones, promesas, informaciones, se descomponían y disolvían sin que los hechos correspondieran jamás a las palabras. Lo que se hacía y lo que se decía eran mundos aparte. Las palabras negaban los hechos y los hechos desmentían a las palabras y todo funcionaba en la engañifa generalizada, en un divorcio crónico entre el decir y el hacer que practicaba todo el mundo.


36. Su sola presencia entre los miembros de la Fuerza Pública tenía un efecto intimidatorio: se agrandaban los ojos de los negros, las negras y los negritos cuando lo reconocían, las pupilas blancas de sus caras retintas o azuladas brillaban asustadas imaginando que, ante cualquier error, traspié o falta, el chicote rasgaría el aire con su inconfundible silbido y caería sobre sus piernas, nalgas y espaldas, haciéndolos chillar.


37. Tres amantes en una noche, dos marineros entre ellos. ¡Me lo hicieron seis veces! Llegué al hotel caminando con las piernas abiertas como una parturienta. En medio de su mal humor, la enormidad que había escrito le provocó un ataque de risa. Él, tan educado y pulido con su vocabulario ante la gente, sentía siempre, en la intimidad de su diario, una invencible necesidad de escribir obscenidades. Por razones que no comprendía, la coprolalia le hacía bien.


38. ¿Sería así toda la Historia? ¿La que se aprendía en el colegio? ¿La escrita por los historiadores? Una fabricación más o menos idílica, racional y coherente de lo que en la realidad cruda y dura había sido una caótica y arbitraria mezcla de planes, azares, intrigas, hechos fortuitos, coincidencias, intereses múltiples, que habían ido provocando cambios, trastornos, avances y retrocesos, siempre inesperados y sorprendentes respecto a lo que fue anticipado o vivido por los protagonistas.


39. Herbert fue una de las escasas personas a quien Roger confió su decepción con Stanley, con Leopoldo II, con la idea que lo trajo al África: que el Imperio y la colonización abrirían a los africanos el camino de la modernización y el progreso. Herbert coincidió totalmente con él, al comprobar que la verdadera razón de la presencia de los europeos en el África no era ayudar al africano a salir del paganismo y la barbarie, sino explotarlo con una codicia que no conocía límites para el abuso y la crueldad.


40. Estoy en las orillas de la locura. Un ser humano normal no puede sumergirse por tantos meses en este infierno sin perder la sanidad, sin sucumbir a algún trastorno mental. Algunas noches, en mi desvelo, siento que me está ocurriendo. Algo se está desintegrando en mi mente. Vivo con una angustia constante. Si sigo codeándome con lo que ocurre aquí terminaré yo también impartiendo chicotazos, cortando manos y asesinando congoleses entre el almuerzo y la cena sin que ello me produzca el menor malestar de conciencia ni me quite el apetito. Porque eso es lo que les ocurre a los europeos en este condenado país.


41. La maldad la llevamos en el alma, mi amigo -decía, medio en broma, medio en serio-. No nos libraremos de ella tan fácilmente. En los países europeos y en el mío está más disimulada, sólo se manifiesta a plena luz cuando hay una guerra, una revolución, un motín. Necesita pretextos para hacerse pública y colectiva. En la Amazonia, en cambio, puede mostrarse a cara descubierta y perpetrar las peores monstruosidades sin las justificaciones del patriotismo o la religión. Sólo la codicia pura y dura. La maldad que nos emponzoña está en todas partes donde hay seres humanos, con las raíces bien hundidas en nuestros corazones.


42. Poco a poco, compensando su falta de estudios -sólo unos pocos años de instrucción primaria- con una capacidad de trabajo sobrehumana, una intuición genial para los negocios y una absoluta falta de escrúpulos, fue escalando la pirámide social. De vendedor ambulante de sombreros por la vasta Amazonia, pasó a ser habilitador de esos caucheros misérrimos que se aventuraban por su cuenta y riesgo en la selva, a los que proveía de machetes, carabinas, redes de pescar, cuchillos, latas para el jebe, conservas, harina de yuca y utensilios domésticos, a cambio de parte del caucho que recogían y que él se encargaba de vender en Iquitos y Manaos a las compañías exportadoras. Hasta que, con el dinero ganado, pudo pasar de habilitador y comisionista a productor y exportador.

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