Ella anuda hilos entre los hombres y lleva de aquí para allá la mariposa profunda, ala del paisaje y del alma de un país, con su polen...
Mariposa ebria, la tarde, giraba sobre nuestras cabezas estrechando sus círculos de nubes blancas hacia el vértice áspero de tu boca que se abría frente al mar alineando sus blancos lobeznos.
Durmiendo sobre la piedra mariposa, ¿Sueñas tú de mí el infortunio?
En néctar de orquídeas la mariposa perfuma sus alas.
A cada soplo del viento la mariposa cambia de lugar en el sauce.
Volveré temprano. Te traeré la aurora y, para tu espalda, polvo de mariposa. Si nadan estrellas hoy bajo tu ropa, allí estaré yo. Y si te despiertas antes de que salga el sol y algo se enreda en tu pecho, ese seré yo.
En tu espada de hierro vivo y como mariposa de tu hechizo palpitante al fuego vuelo.
Tiene la mariposa cuatro alas; tú tienes cuatro versos voladores; ella, al girar, resbala por las flores; tú por los labios, al girar, resbalas.
La mariposa confiada duerme en la campana del templo.
Mariposa que revoloteas. Como tú siento que soy una criatura de polvo.
Al partir, las mariposas guían nuestras almas.
La mariposa, en cambio, salta del capullo en el instante mismo de su transfiguración en que como una flecha de nacimiento abre los ocelos de sus alas a la luz.