No había anormales cuando la homosexualidad era la norma.
La Iglesia sigue firme en su postura: la homosexualidad es cosa de maricones.
La homosexualidad, a la que el Renacimiento había dado libertad de expresión, en adelante entrará en el silencio, y pasará al lado de la prohibición, heredando viejas condenaciones de una sodomía en adelante desacralizada. "Historia de la locura en la época clásica" (1961), Michel Foucault
"Historia de la locura en la época clásica" (1961) Frases de "Historia de la locura en la época clásica" (1961) Frases de Michel Foucault
En sí, la homosexualidad está tan limitada como la heterosexualidad: lo ideal sería ser capaz de amar a una mujer o a un hombre, a cualquier ser humano, sin sentir miedo, inhibición u obligación.
Yo he tenido que luchar para ser yo y que se me respete, y llevar ese estigma, para mí, es un orgullo. Llevar el nombre de lesbiana. No voy presumiendo, no lo voy pregonando, pero no lo niego. He tenido que enfrentarme con la sociedad, con la Iglesia, que dice que malditos los homosexuales… Es absurdo. Cómo vas a juzgar a un ser que ha nacido así. Yo no estudié para lesbiana. Ni me enseñaron a ser así. Yo nací así. Desde que abrí los ojos al mundo. Yo nunca me he acostado con un señor. Nunca. Fíjate qué pureza, yo no tengo de qué avergonzarme... Mis dioses me hicieron así.
Si Lacan reconoce que la homosexualidad de la mujer procede de una heterosexualidad decepcionada -como se afirma que lo demuestra la observación-, ¿No sería igual de evidente para el observador que la heterosexualidad procede de una homosexualidad decepcionada?
Es decir, la "unidad" del género es la consecuencia de una práctica reguladora que intenta uniformizar la identidad de género mediante una heterosexualidad obligatoria. El poder de esta práctica reside en limitar, por medio de un mecanismo de producción excluyente, los significados relativos de "heterosexualidad", "homosexualidad" y "bisexualidad", así como los sitios subversivos de su unión y resignificación.
Al estudiar a personas homosexuales se presentan exactamente las mismas características que en los heterosexuales, sólo que esas manifestaciones van dirigidas a alguien del mismo sexo. Es como el impulso del miedo: en algunos países te da miedo ser comido por un león; en otros, ser atropellado por un taxi, pero la sensación de miedo es la misma.
Las iglesias dicen que la expresión del amor en una relación heterosexual monógama incluye lo físico, las caricias, abrazarse, besarse, el acto genital. La totalidad de nuestro amor nos hace crecer en lo divino y en lo compasivo. Si esto es así para los heterosexuales, ¿Qué razón terrenal tenemos para decir que no es el caso de los homosexuales?
Yo nunca he criticado a las lesbianas ni a los gays. Lo que hacen las gentes de la cintura para abajo son sus historias, no las mías.
Me gustan los homosexuales, simplemente. Me gustan, me excitan mucho. -Sexualmente... ¿Quieres decir? -Sí -se quedó inmóvil, con el vaso en la mano, paralizado, fulminado por mi respuesta-. No creo que sea nada del otro mundo, a los hombres, quiero decir a los hombres heterosexuales, les gustan las lesbianas, las lesbianas guapas por lo menos, y a todo el mundo le parece natural. "Las edades de Lulú" (1989), Almudena Grandes
"Las edades de Lulú" (1989) Frases de "Las edades de Lulú" (1989) Frases de Almudena Grandes
El homosexualismo o la homosexualidad, como concepto teórico –sea sociológico o cultural– surgió en el siglo XIX por aquella necesidad de poner nombre a todo. Sin embargo, ese comportamiento aparece a lo largo de toda la historia como una expresión natural en todos los lados del mundo. No hay nada que reivindicar cuando estamos hablando de la misma naturaleza humana. Simplemente es así.