De la escarcha no olvides jamás el gusto a soledad.
Noche de escarcha. ¿Cómo dormir si el mar no duerme?
Campo de escarcha. A la loca del pueblo le ladra un perro.
Una baya roja rodó por la escarcha del jardín.
Media noche de escarcha. Para dormir me cubro con la manga del espantapájaros un día de tranquila alegría.
(...) Bebe de las rocas; duerme sobre escarcha; renueva tejidos con salitre y agua; habla con los pájaros y llévate al alba. Y cuando las carnes te sean tornadas, y cuando hayas puesto en ellas el alma que por las alcobas se quedó enredada, entonces, buen hombre, preténdeme blanca, preténdeme nívea, preténdeme casta. "El dulce daño" (1918), Alfonsina Storni
"El dulce daño" (1918) Frases de "El dulce daño" (1918) Frases de Alfonsina Storni
Eso fue la felicidad: dibujar en la escarcha figuras sin sentido sabiendo que no durarían nada.
En el idioma que ya ha dejado de ser el mío, este tipo de nieve se llama qanik: grandes cristales, casi ingrávidos, que caen en forma de copos cubriendo el suelo con una blanca capa de escarcha en polvo. "La señorita Smila y su especial percepción de la nieve" (1992), Peter Hoeg
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(...) Ahora el oso estaba agotado. Se arrastraba penosamente, rozando el suelo con la cabezota que se le había tornado demasiado pesada. Tropezando y cayendo sobre las rodillas los hombres lo seguían, pero sin reírse ya, con los rostros, untados de grasa, marcados por el esfuerzo y con los ojos enrojecidos y cercados de escarcha. El hambre había desaparecido. Ni siquiera se inclinaban al suelo para recoger nieve. Llevaban las mandíbulas apretadas; se habían olvidado de los estímulos del vientre y hasta en sus cabezas habíanse desvanecido pensamientos y recuerdos. Entre la carne y la piel, la grasa se había ido consumiendo inexorablemente. El movimiento ya no los calentaba: temblaban ligeramente y a cada inspiración sentían en la garganta la cuchillada del hielo.
Yo soy un obelisco sin pareja que se aburre de muerte en esta plaza; nieve, escarcha, llovizna y lluvia hielan mi cuerpo ya tomado por la herrumbre. "Esmaltes y camafeos" (1852), Théophile Gautier
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