Canto sin querer, necesariamente, irremediablemente, fatalmente, al azar de los sucesos, como quien come, bebe o anda y porque sí; moriría si no cantase, moriría si no cantase...
Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre aquel que amó, vivió, murió por dentro y un buen día bajó a la calle: entonces comprendió y rompió todos sus versos.
No soy política, ni militante de nada. El canto es mi instrumento. Y lo digo cantando.
Le canto al que desespera, se ahoga, se queda solo, al que ama el sol y la tierra. Le canto al que me ayudó, con la música y la letra en cada uno estoy yo, por eso, les canto a todos.
Para los dioses el más bello presente es el canto.
¡Cuánta gente, en literatura, tiene el oído justo y el canto destemplado!
Mi canto es una cadena sin comienzo ni final y en cada eslabón se encuentra el canto de los demás.
Por fin lo comprende mi corazón: escucho un canto, contemplo una flor: ¡Ojalá no se marchiten!
La música de la palabra es el complemento del canto, marca un colorido visible y atesora inflexiones para los seres y las cosas, para los matices del sentimiento y la forma.
El canto es una ceremonia de amor del artista para con el público.
No trabajé ni un solo día en mi vida. Canto, pinto. Esa es mi pasión, y aún tengo mucho por aprender.
Quisiera ser como el pájaro que al despuntar la mañana, despierta y le canta al mundo el canto de una esperanza.