Estoy segura de que podría leer a Baudelaire en un cabaret y aplaudirían.
Nadia Boulanger me hizo estudiar durante 18 meses que me sirvieron como si hubieran sido 18 años. Ella me enseñó a creer en Astor Piazzolla, en que mi música no era tan mala como yo creía. Yo pensaba que era una basura porque tocaba tangos en un cabaret y resulta que yo tenía una cosa que se llama estilo. Sentí una especie de liberación del tanguero vergonzante que era yo. Me liberé de golpe y dije: "Bueno, tendré que seguir con esta música, entonces".
Una de mis inspiraciones iniciales se remonta a la película Cabaret. Amo a Liza Minelli, la manera que canta es energía pura. Me gusta el modo en que las luces destacan cada movimiento del show.
Me inicié dibujando el tango: escenas de cabaret, las bailarinas, los músicos. Y también el entorno de las fábricas de Avellaneda, los trabajadores de la zona con los que yo compartí parte de mi juventud.
Yo, discípulo de sempiterno candidato a la presidencia doctor Goyeneche, discípulo a su vez del sabio español Pero Grullo, tengo para Colombia y su infinidad de males una expedita solución: que dejen atracar. Los atracadores se irán a gastar el dinero de su atraco a un cabaret; el dueño del cabaret se comprará un carro; la fábrica de carros venderá más; y al vender más empleará más obreros; y al haber más obreros habrá menos desempleo; y al acabarse el desempleo se acabarán los atracadores y los secuestros y los robos y los asaltos, y sonreirá la gente, e irán todos a la universidad, y acaso a este servidor le den un puesto, aunque sea limpiador de oficinas, y al final del año habrá ahorrado con qué comprarse su alfombra persa, para poder volar.
Yo no soy una puta porque no me acuesto por dinero, pero si viene uno con dinero y la invita a comer en el Laiglon, y a tomar cervezas en la piscina y descargar en un cabaret y subir a una habitación que da al Malecón, pues no se averigua nada más. Se disfruta, compañero. Las cosas están muy malas y juventud hay una sola, ¿Verdad?
Al empezar a bailar, se me ocurrió que tenía que hacer algo que sólo hacía la gente del cabaret, sin importarle demasiado el darle un sentido. Estaba en un lugar respetable, con un público ávido de novedades pero sin el coraje suficiente para frecuentar ciertos lugares en los que podían ser vistos. "La espía" (2016), Paulo Coelho
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