Si su rostro refleja que no soporta a ese individuo, no merece ser una geiko, ya que su trabajo consiste en descubrir algo agradable en todo el mundo. "Vida de una Geisha" (2002), Mineko Iwasaki
Frases de "Vida de una Geisha" (2002) Frases de Mineko Iwasaki
En los viejos tiempos, los clientes solían ser aficionados a las artes y estudiantes de shamisen o de las danzas tradicionales japonesas. En consecuencia, estaban educados para comprender lo que veían y ansiosos por mantener animadas conversaciones sobre arte, una disciplina en la que destacan las maiko y las geiko. Por desgracia, en la actualidad la gente adinerada ya no tiene tiempo ni interés para dedicarse a esas aficiones. No obstante, la belleza y el talento de las maiko y las geiko se sostienen por sí solos, y cualquiera es capaz de apreciarlos. "Vida de una Geisha" (2002), Mineko Iwasaki
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Una geiko de categoría es un delicado sauce que se inclina a merced de la voluntad ajena, mientras que yo siempre he sido terca, rebelde y extremadamente orgullosa. Una geiko de categoría es maestra en el arte de crear un ambiente de distensión y esparcimiento, sin embargo, yo no disfruto en particular con la compañía de otros. Una geiko de renombre nunca está sola, pero yo siempre he amado la soledad. ¿No es extraño? Parece que hubiese escogido de forma deliberada el camino que entrañaba para mí mayores dificultades, una senda que me obligase a afrontar y superar mis limitaciones personales. "Vida de una Geisha" (2002), Mineko Iwasaki
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El almuerzo constituía el sustento principal de la dieta, ya que las geiko no pueden comer en exceso antes de sus funciones nocturnas. Ni éstas ni las maiko están autorizadas a probar bocado en un ozashiki, por muy suntuoso que sea el banquete que se sirva, ya que están allí para entretener a los invitados; Para dar y no para recibir. La única excepción a la regla es cuando un cliente invita a la geiko a comer a un restaurante. "Vida de una Geisha" (2002), Mineko Iwasaki
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De manera que en junio de 1972 regresé a la Okiya. Había aprendido que era capaz de ser independiente, pero también que no necesitaba serlo. (...) Yo era una adulta, una geiko hecha y derecha. "Vida de una Geisha" (2002), Mineko Iwasaki
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(...) Sayuri tenía claro que prefería dictar sus memorias a escribirlas ella misma, porque, como me explicó, estaba tan acostumbrada a hablar cara a cara que no sabría qué hacer si no hubiera nadie escuchándola en la habitación. Yo acepté, y el manuscrito me fue dictado en el transcurso de dieciocho meses. Hasta que no empecé a preocuparme por cómo traducir todos sus matices, no fui plenamente consciente del dialecto de Kioto que empleaba Sayuri - en el que las geishas se llaman geiko, y los kimonos, obebe-. Pero desde el principio me dejé arrastrar a su mundo. "Memorias de una Geisha" (1997), Arthur Golden
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