Frases de Inquieta compañía

Inquieta compañía

17 frases de Inquieta compañía de Carlos Fuentes... Libro que reune seis seis historias sobre seres sobrenaturales: fantasmas, demonios, ángeles, personas desaparecidas, brujas y vampiros, que irrumpieron en la vida cotidiana de una manera inesperada para cambiar el destino de quienes los encuentran.

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Carlos Fuentes son: hechos sobrenaturales, fantasmas, demonios, ángeles, personas desaparecidas, brujas, vampiros.

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Frases de Inquieta compañía Carlos Fuentes

01. Esa ausencia que es una presencia.


02. Dicen que una mujer puede fingir un orgasmo pero el hombre no.


03. La carne perece, el mueble permanece. Escoja usted entre una piel y otra.


04. ¿Es vida este breve paso, esta premura entre la cuna y la tumba?


05. ¿De donde vienen las tristezas inexplicables? Deben tener una razón, un origen.


06. Si no le incumbía mostrar nuevas fidelidades, es porque jamás demostró perdurables afectos.


07. Los únicos aristócratas antiguos son los indios. Los europeos, conquistadores, colonizadores, eran gente menuda, plebe, expresidiarios.


08. Usted ha olvidado lo que sabían sus antepasados. Yo he decidido aprender lo que ignoraban los míos.


09. No pude juzgar, detrás de tantas capas de disfraz, su gesto de ironía, desdén, diversión.


10. ¿Cómo es posible que el alma entera pueda fundirse en un beso y pierda de vista al mundo entero?


11. Jamás hubo de romper con nadie del pasado porque a ninguno le dejó entrever un porvenir insignificante para su pasajera grandeza política.


12. Todo cambió cuando ella apareció. Mi mirada accidental absorbió primero, sin prestarle demasiada atención, la luz encendida en el apartamento frente al mío.


13. (...) Con tal fuerza que me obligó a cerrar los ojos. Cuando los abrí, la ventana de enfrente estaba cerrada. Las cortinas unidas. Y el apartamento, desde ese momento, vacío. Ella se fue.


14. No puedo escuchar el estallido de una gran ola sin pensar que una parte de mi hijo, convertido en sal y espuma, regresa a nosotros, circulando sin cesar como un navegante fantasma, de océano en océano.


15. Pero no me miraba a mí. Empecé a temer que lo hiciera. Me deleitaba de tal modo verla sin que ella se fijara en mí. La razón es obvia. Si ella no me miraba, yo podía observarla con insistencia. Con impunidad.


16. No quería que pasara un minuto sin que la flor me acompañara, de aquí al terrible momento de su propia muerte. Pues la flor de Ofelia prolongaba la vida de Ofelia. La miré, fresca, azul, bella, esa noche y la siguiente. Llevo meses mirándola. La flor no se marchita.


17. Esto le daba un aire irreal, extraño, es cierto. Pero me bastó bajar la mirada hacia sus senos, prácticamente visibles debido a lo pronunciado del escote, para descubrir en ellos una ternura que no me atreví a calificar. Ternura maravillosa, amante, materna quizás, pero sobre todo deseable, ternura del deseo, eso era.

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