Me interesan las historias, pero también los silencios, y hay un montón de silencios en la historia de Turquía.
En una democracia madura el individuo está protegido de los excesos del Estado, y en Turquía es todo lo contrario: el Estado se protege del individuo. Cualquier disensión es percibida como una traición.
Puede ser sexual, racial o cultural, lo cierto es que Turquía ha sido reprimida, silenciada, y quiero escuchar su voz, introducir su historia en la literatura. Quiero contar el imperio otomano desde el punto de vista de las minorías. No solo los hechos, también los silencios. Este país en temas de la mujer y del amor es una sociedad muy cerrada.
Turquía estaba muriendo de sobre agotamiento, como consecuencia del intento de mantener, con disminuidos recursos, y sobre bases tradicionales, la totalidad del imperio que le había sido legado. La espada había encarnado la fuerza de los hijos de Otmán, y las espadas habían pasado de moda, superadas por armas mucho más científicas y mortales. La vida se había hecho demasiado complicada para aquel pueblo infantil, cuya fuerza radicaba en su simplicidad, en su paciencia y en su capacidad de sacrificio.