El que no quiera vivir sino entre justos, viva en el desierto.
(...) El olor de la hierba, el viento gélido, las crestas de las montañas, el ladrido de un perro. Esto es lo primero que recuerdo. Con tanta nitidez que tengo la impresión de que si alargara la mano, podría ubicarlos, uno tras otro, con la punta del dedo. Pero este paisaje está desierto. No hay nadie. No está Naoko. "Tokio blues (Norwegian Wood)" (1987), Haruki Murakami
"Tokio blues (Norwegian Wood)" (1987) Frases de "Tokio blues (Norwegian Wood)" (1987) Frases de Haruki Murakami
Ciertamente digo: El mundo es como un vapor en un desierto; el sediento sueña que es agua y lucha por alcanzarlo con todas sus fuerzas, hasta que cuando llega a él, encuentra que es sólo una mera ilusión.
La noche transcurría lentamente, pero (...) mirar el camino era más hipnótico que monótono. Si estuviera recorriendo regiones que no conocía, le hubiera resultado insoportable. La idea de que a cada momento se internaba un poco más en el Sáhara, de que dejaba atrás todas las cosas familiares, esta idea lo mantenía en un agradable estado de excitación. "El cielo protector" (1949), Paul Bowles
"El cielo protector" (1949) Frases de "El cielo protector" (1949) Frases de Paul Bowles
Mientras veía desplegarse el paisaje bajo el calor, sus pensamientos se detuvieron brevemente en el sueño que todavía le preocupaba. Al cabo de un momento sonrió; ahora veía. El tren que corría cada vez más rápido era simplemente un símbolo de la vida misma. "El cielo protector" (1949), Paul Bowles
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El silencio del lugar, aun junto a la ventana, la sorprendió. Se hubiera dicho que no había alma viviente en varias leguas a la redonda. El famoso silencio del Sáhara. Se preguntó si, a medida que pasaran los días, su propia respiración le resultaría tan estrepitosa como en ese momento, si se acostumbraría al ridículo ruido que hacía al tragar la saliva y si ahora que tenía tanta conciencia de ello seguiría tragándola tan a menudo. "El cielo protector" (1949), Paul Bowles
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El silencio, para la gente que habita en la ciudad, es una ausencia; para los habitantes del desierto, el silencio es como un amigo, como una presencia. "El beso del Sáhara" (2006), Gonzalo Moure
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