
34 frases de El cielo protector (The sheltering sky) de Paul Bowles... Una pareja viaja al desierto del Sahara acompañado de su amigo Tunner. Una cultura completamente ajena y un entorno natural hostil los arrojan hasta los límites de la razón.
Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Paul Bowles son: desierto del sahara, norte de áfrica, problemas de pareja, viaje, límites de la razón, ambiente hostil, alegoría, sentido de la vida.
Frases de El cielo protector Paul Bowles
01. La humanidad es todos salvo uno mismo.
02. El alma es la parte más cansada del cuerpo.
03. La intensidad de la mirada la salvaba de ser bonita.
04. Ya que él no tiene vergüenza (...), yo no tendré piedad.
05. Hay que ser realista, señora. Cuando uno deja de serlo, todos salen perdiendo.
06. Dondequiera que mirara, el paisaje nocturno le sugería una sola cosa: la negación del movimiento, la suspensión de la continuidad.
07. Tú no eres nunca la humanidad; tú solo eres tu propio yo desesperadamente aislado.
08. En la claridad del cielo nocturno aparece una estrella negra, un punto de sombra. Punto de sombra y puerta de reposo. Ve más lejos, traspasa la fina trama del cielo protector, descansa.
09. La enfermedad reduce al hombre a su estado fundamental: una cloaca en la que continúan los procesos químicos.
10. Eran los primeros momentos de una nueva vida, una vida extraña dominada, lo adivinaba, por la intemporalidad.
11. Había rocas y cielo por todas partes, dispuestos a absolverlo, pero, como siempre, llevaba el obstáculo consigo mismo.
12. Allí, en el desierto, aún más que en el mar, tenía la impresión de que estaba sobre una gran mesa, de que el horizonte era el borde del espacio.
13. La violencia de los demás los perturbaba, la suya mucho más.
14. No estoy segura de que no sea un error escapar a la noche y al invierno y de que si lo haces no tengas que pagarlo de alguna manera.
15. La gente de cada país se va pareciendo cada vez más a la de los otros. No tiene carácter, ni belleza, ni ideales, ni cultura..., nada, nada.
16. (...) El cielo aquí es muy extraño. A veces, cuando lo miro, tengo la sensación de que es algo sólido, allá arriba, que nos protege de lo que hay detrás.
17. La luz de la luna era violenta; recorrer la calle blanca era como andar al sol.
18. Entonces oyó el ruido del viento, era como el bramido del mar.
19. (...) El caos de edificios cúbicos con sus techos planos parecía prolongarse hasta el infinito; el polvo y la bruma de calor no permitían decir con exactitud dónde empezaba el cielo.
20. Su error es tener miedo. Ese es el gran error. Los signos nos son dados para nuestro bien, no para nuestro mal. Pero si tiene miedo los interpreta mal y convierte en malas cosas que hubieran debido ser buenas.
21. Le había hecho la corte por compasión (porque ella era mujer), y por vanidad (porque él era hombre) y la mezcla de los dos sentimientos había despertado el deseo adquisitivo del coleccionista de trofeos, nada más.
22. Uno nunca se tomaba el tiempo de saborear los detalles; uno se decía: otro día será, pero siempre con la convicción secreta de que cada día era único y definitivo, que nunca habría otra vez, otro regreso.
23. De pronto la vida estaba allí; ella no lo miraba a través de la ventana, estaba dentro. La dignidad que nacía de sentirse parte de su poder y de su grandeza le era familiar, pero hacía años que no la sentía.
24. (...) Pero si el paisaje parecía siempre el mismo, en la relación de los tres fueron produciéndose ciertos cambios: su simplicidad, la facilidad y la falta de tensión que la caracterizaban se vieron perturbadas por la evidente mala voluntad del mayor de los hombres.
25. Mientras veía desplegarse el paisaje bajo el calor, sus pensamientos se detuvieron brevemente en el sueño que todavía le preocupaba. Al cabo de un momento sonrió; ahora veía. El tren que corría cada vez más rápido era simplemente un símbolo de la vida misma.
26. El tiempo por venir tenía siempre más de una dirección posible. No se podía ni siquiera renunciar a la esperanza. El viento soplaría, la arena se depositaría y de alguna manera aún imprevisible el tiempo produciría un cambio que no podía ser aterrador, porque no sería una continuación del presente.
27. La noche transcurría lentamente, pero (...) mirar el camino era más hipnótico que monótono. Si estuviera recorriendo regiones que no conocía, le hubiera resultado insoportable. La idea de que a cada momento se internaba un poco más en el Sáhara, de que dejaba atrás todas las cosas familiares, esta idea lo mantenía en un agradable estado de excitación.
28. ¿Cuál es el sistema de cambio justo? (...) Y en definitiva, ¿Quién inventó el concepto de justicia? ¿No es todo más fácil si te liberas simplemente de la idea de justicia? ¿Crees que la cantidad de placer, el grado de sufrimiento son constantes entre los hombres? ¿El resultado es siempre en cierto modo el mismo al final? ¿Crees eso? Si el resultado es el mismo, es sólo porque la suma final es cero.
29. Tuvo un estremecimiento súbito de autocompasión casi agradable, tan bien expresaba su estado de ánimo. Era un estremecimiento físico; estaba solo, abandonado, perdido, sin esperanza, con frío. Especialmente con frío, un frío interior, profundo, que nada podía cambiar. Aunque esa glacial ausencia de vida era la base de su infelicidad, se aferraría siempre a ella porque era también el centro mismo de su ser, en torno al cual se había construido.
30. El silencio del lugar, aun junto a la ventana, la sorprendió. Se hubiera dicho que no había alma viviente en varias leguas a la redonda. El famoso silencio del Sáhara. Se preguntó si, a medida que pasaran los días, su propia respiración le resultaría tan estrepitosa como en ese momento, si se acostumbraría al ridículo ruido que hacía al tragar la saliva y si ahora que tenía tanta conciencia de ello seguiría tragándola tan a menudo.
31. Creo que los dos tenemos miedo de lo mismo. Y por una misma razón. Nunca hemos conseguido, ninguno de los dos, entrar en la vida. Estamos colgando del lado de afuera, por mucho que hagamos, convencidos de que nos vamos a caer en el próximo tumbo. (...) Estaba en algún lugar; para regresar de la nada había atravesado vastas regiones. En el centro de su conciencia había la certidumbre de una infinita tristeza, pero esa tristeza lo reconfortaba porque era lo único que le resultaba familiar.
32. Entre el turista y el viajero la primera diferencia reside en parte en el tiempo. Mientras el turista, por lo general, regresa a casa al cabo de algunos meses o semanas, el viajero, que no pertenece más a un lugar que al siguiente, se desplaza con lentitud durante años de un punto a otro de la tierra (yo añadiría y de su alma). El turista acepta su propia civilización sin cuestionarla y el viajero la compara con las otras y rechaza los aspectos que no le gustan.