(...) Puedes tener principios, como desarrollar el aparato corporal, la capacidad de respuesta, el modo en que los actores sienten o trabajan juntos. Hay reglas, claro. Pero imponer un estilo es algo muy diferente, es como imponer una coreografía a un equipo de fútbol.
(...) Las mujeres no tropezaron con obstáculo alguno, sencillamente porque los hombres encontraron la tarea tan poco de su gusto como para no oponerles ninguna barrera. La coreografía es quizás la única actividad en que las mujeres no han tenido que luchar contra la resistencia de los hombres, y no es casual el hecho de que los grandes revolucionarios del baile hayan sido siempre mujeres.
El recogimiento o compunción de los comulgantes, los latines del cura, los movimientos de ponerse de pie y arrodillarse, los golpes de pecho olvidados por mí desde el comienzo de la guerra me parecían una mera coreografía carente de significado y sustancia.
A veces hasta puedo hilvanar una frase entera con cierta gracia, mis palabras ofrecen una coreografía discernible y, por un tiempo muy limitado, dejo de ser la persona que soy y me convierto en la persona que el resto del mundo querría que fuera.
La biología dispuso la coreografía de la danza. El terror marcó el tiempo. Dictó el ritmo con que un cuerpo respondía al otro. Como si supieran que, por cada estremecimiento de placer, pagarían con una medida igual de dolor. Como si supieran que, cuanto más lejos llegasen, más atrapados estarían. Así que se contenían. Se atormentaban el uno al otro. Se daban muy despacio. Pero eso sólo empeoraba las cosas. Sólo acrecentaba el deseo. Sólo hacía que aún les costase más. Porque eso salvaba los escollos, eliminaba la torpeza y la precipitación de todo amor nuevo y los llevaba a una pasión febril. "El dios de las pequeñas cosas" (1997), Arundhati Roy
Frases de "El dios de las pequeñas cosas" (1997) Frases de Arundhati Roy