Un asana yóguico es una mecánica de precisión y el -poco más o menos- es una moneda que nunca tiene curso en yoga. Un error de detalle. Infimo en apariencia, puede amputar al ejercicio de una fracción importante de sus efectos y aún, en ciertos casos, ir contra el fin propuesto.
Aunque las asanas, o posturas yóguicas, no sean sino un aspecto del yoga, para el Occidental sedentario representan una parte capital de su práctica y le procuran efectos rápidos y tangibles, además de prepararlo para otras formas de yoga.
Si es posible, practique al aire libre. Lo ideal sería realizar las asanas en la playa, a la orilla de un lago o de un río, orientado al sol naciente. En su defecto, utilice el jardín o la terraza, o si no puede, hágalas en una habitación bien aireada y con buena temperatura.
Salvo razón de fuerza mayor, practique cada día, en el mismo sitio y a la misma hora. De este modo acondicionará su organismo, que reaccionará cada vez mejor a las asanas.
Las asanas no son ejercicios de fuerza. Obran por sí mismas, no por la violencia.
El yoga le proporciona salud y longevidad mediante los asanas que devuelven la flexibilidad a la columna vertebral, verdadero eje vital, calma sus nervios sobreexitados, relajan sus músculos, vivifican sus órganos y sus centros nerviosos.
Perfeccionar su yoga no significa, de ningún modo, complicarlo o acrobatizarlo (si se me permite este neologismo). Perfeccionar su yoga es hacerlo mas verdadero, mas eficaz. Perfeccionar un asana es ejecutarla de manera que responda a la definición de Alain Daniélou –la mejor que conozco-: "permanecer inmóvil, largo tiempo, sin esfuerzo, en un asana".
Si no se dispone de tiempo, es preferible disminuir el número de asanas en lugar de acelerar su ejecución, lo que el hombre occidental estaría a menudo tentado de hacer.