
19 frases de Muerte en la Fenice (Death at la fenice) de Donna Leon... El cadáver de un famoso director de ópera es hallado durante el entreacto de la ópera que estaba dirigiendo. El comisario Guido Brunetti se hace cargo y pronto descubre truculentos secretos.
Frases de Muerte en la Fenice Donna Leon
01. La ciudad necesitaba de la penumbra para aparentar la belleza perdida.
02. En Venecia hasta la corrupción estaba sujeta a la inflación.
03. El exilio sigue siendo exilio aun en la ciudad más bella del mundo.
04. Su indumentaria era típicamente italiana. Su acento pregonaba al veneciano. Sus ojos eran todo policía.
05. De no ser Venecia una ciudad cristiana, la divinidad imperante hubiera sido el Rumor.
06. Una cosa que siempre me ha gustado de los griegos es que mantenían la violencia fuera de la escena.
07. Todos merecemos morir, pero nadie debe decidir por nosotros cuándo ha de ser.
08. Probablemente, habréis oído el rumor de que fue nazi durante la guerra. Puesto que nada podía hacer para detenerlos, como buen alemán que era, simplemente, se desentendió de ellos.
09. Como músico, estaba tan cerca de la perfección como pueda estarlo un mortal.
10. Como era Venecia, la policía llegó en barco, y la luz azul parpadeaba en el techo de la cabina.
11. -Paola -dijo él, mirándola por encima del periódico-, si no estuviera casado contigo, abandonaría a mi mujer por ti.
12. Una parte de esta información la debía a su condición de policía y otra, y no la menor, al hecho de vivir en lo que en realidad era una ciudad provinciana donde se rendía culto al chismorreo.
13. (...) Rumores de que era nazi. Nadie lo sabe a ciencia cierta o, si lo sabe, lo calla.
14. Volvió al cuarto de baño, se mojó la cara y se secó, rehuyendo la mirada del hombre del espejo. Antes del café, no se fiaba de nadie.
15. Aunque en el bar todos sabían quién era, nadie le preguntó por el caso y sólo un anciano abrió el periódico con una elocuente sacudida.
16. Venecia, que fuera la capital de la disipación de todo un continente, se había convertido en una ciudad provinciana y dormilona que, después de las nueve o las diez de la noche, prácticamente dejaba de existir. Durante el verano, mientras los turistas pagaban y el sol brillaba, desempolvaba sus fastos de cortesana, pero en el invierno era una vieja cansada, amiga de acostarse temprano, y dejaba sus calles silenciosas a los gatos y a los recuerdos.
17. - ¿Es bonita? -Si a uno le gustan las rubias altas...-dijo Brunetti. - ¿A usted le gustan? -Mi esposa no lo permitiría, señor.
18. (...) Creía estar por encima de la moral corriente. O quizá creía haber creado su propia moral, distinta y mejor que la nuestra.
19. Por razones que no había llegado a comprender, su mujer leía cada mañana un diario diferente, abarcando el espectro político desde la derecha hasta la izquierda, además de las lenguas francesa e inglesa. Años atrás, a poco de conocerla, cuando la entendía aún menos que ahora, le había preguntado por qué. La respuesta que ella le dio era perfectamente racional, aunque él no supo verlo así hasta años después: "Quiero descubrir de cuántas maneras diferentes se pueden decir las mismas mentiras".