
14 frases de La quimera del oro (Teh gold hunters of the north) de Jack London... Colección de relatos breves que tienen como eje la fiebre de oro surgida en Alaska que arrastró a muchos hombres hacia estas tierras inhóspitas y heladas.
Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Jack London son: quimera del oro, ambientada en canadá, naturaleza humana, obsesión por la riqueza, egoísmo, supervivencia.
Frases de Jack London Libros de Jack London
Frases de La quimera del oro Jack London
01. No recordaban ninguna canción del pasado, ni podían conjurar ninguna canción del futuro.
02. El silencio lo acorralaba y el miedo del Norte se apoderó de su corazón con dedos helados.
03. Los muertos salían ahora de sus tumbas con más frecuencia y rara vez lo abandonaban, ya estuviera despierto o dormido.
04. De vez en cuando tenían momentos de lucidez y, durante uno de estos intervalos, dividieron equitativamente la manzana de la discordia: el azúcar.
05. La naturaleza no era benévola con la carne. No se preocupaba en absoluto de esa cosa concreta llamada individuo. Su interés residía en la especie, en la raza.
06. (...) Sin duda, en los comienzos del mundo estaba escrito este final, para él, tan fino y sensible, con los nervios a flor de piel, que era un soñador, un poeta, un artista.
07. En sus sueños se le acercaban desde el frío y se le metían entre las mantas y le contaban los trabajos y sufrimientos que les había causado la muerte.
08. El bosque se lo tragó y el breve crepúsculo de mediodía desapareció, pero persistió en su búsqueda hasta que su exhausta naturaleza se agotó y lo tumbó indefenso en la nieve.
09. (...) Empezó a arder una débil llama. Aumentó en intensidad, cambiando enérgicamente del amarillo rojizo al morado y al azafranado. Se hizo tan brillante, que (...) creyó que el sol debía estar tras ella.
10. Esperaba un largo camino y el corto día se negaba a rezagarse. La vida le llamaba, y las tareas de la vida, y no la muerte. Y él se hallaba muy cerca de la muerte.
11. La quietud de la muerte rondaba a su alrededor. En otros climas, cuando la naturaleza cae en tales estados de ánimo, hay un suave aire de expectación, una esperanza de que alguna pequeña voz rompa la tensión.
12. Era lo mismo en todas partes, con todas las cosas. Los mosquitos desaparecían con las primeras heladas. Las pequeñas ardillas se escabullían para morir. Con la edad, el conejo se volvía lento y pesado y ya no podía correr más que sus enemigos.
13. ¿Por qué se aferraba a la vida? , se preguntó, dejando caer la astilla encendida sobre la nieve. Chisporroteó y se apagó. El círculo gruñó inquieto, pero se mantuvo firme. Otra vez vio la parada del alce. Koskoosh dejó caer cansadamente su cabeza sobre las rodillas. ¿Qué importaba después de todo? ¿No era ley de vida?
14. Y a Alaska se mandan los casos más difíciles. De vez en cuando alguna criatura loca recupera la razón en aquellas terribles soledades y, con sorprendente alegría, huye de esas tierras y vuelve a toda prisa a su hogar. Pero la mayoría de los casos son incurables. Los pobres diablos siguen penando, se olvidan de su vida anterior o la recuerdan como un sueño.