Frases de La muerte del comendador I - 2

40. La curiosidad siempre entraña un riesgo.


41. Sigo en ese estado en el que la balanza aún no se ha decantado hacia un lado o hacia otro.


42. Quizá lo dijo en broma, pero la broma se había acabado.


43. Es probable que hayamos perdido y que hayamos ganado algo a la vez, y me pregunto qué será. Me gustaría descubrirlo.


44. La vida es un misterio insondable. Está llena de casualidades, de cambios de rumbo tan repentinos e increíbles como retorcidos e impensables.


45. Copiaba como un entregado lector que anota letra por letra las frases que más le llaman la atención de un libro.


46. Nadie puede aislarse por completo, y a quien no le guste no tendrá más remedio que huir a un mundo vacío.


47. Hay gente que decide romper de golpe con algo y eso genera una especia de fuerza que nace de los escombros de lo que deja atrás.


48. Habíamos creado nuestras propias reglas, y anularlas de repente, eliminarlo todo, romper el equilibrio, solo para convertirnos en simples buenos amigos, me parecía sencillamente imposible.


49. Me parece que usted tarda más en entender las cosas que la gente normal, pero puede que, a la larga, el tiempo se convierta en su aliado.


50. Cuando llegaba el momento, aunque uno se tapase los oídos con todas sus fuerzas, el sonido de la verdad vibraba en el aire y alcanzaba el corazón mismo de la gente.


51. Si vas a vivir en esta casa tan solitaria, deberías obligarte a salir al menos un par de veces por semana si no quieres volverte loco. No querrás acabar como el protagonista de El resplandor, ¿Verdad?


52. Tal vez se debía a que había experimentado un profundo miedo, como ese pescador del relato de Edgar Allan Poe al que se le pone el pelo blanco una noche al enfrentarse a un remolino terrorífico.


53. Me daba la impresión de que hacía una eternidad, como si fuera un episodio histórico sin importancia, ocurrido no se sabía cuándo, y del que ya solo se acordaba un puñado de gente.


54. Una persona se iba y llegaba otra, un sentimiento desaparecía para dar paso a otro, una forma se desvanecía para que apareciera una nueva. Incluso yo mismo me deshacía para renacer día tras día.


55. A pesar de habernos separado, yo sentía como si, en cierto modo, aún siguiéramos conectados por un tubo a través del cual, aunque no se viera, aún bombeaba algo de sangre caliente a nuestros corazones.


56. Como sucede con las fichas de dominó. Una pieza hace caer a la siguiente y así a otra más, hasta que la cadena nos hace perder de vista el origen y terminamos por perder el interés y dejamos de preguntarnos por ello.


57. Mis sentimientos no dejaban de oscilar como un péndulo cortante que, de un extremo al otro, dibujaba un gran arco sumido en el silencio. Ese vaivén de mis sentimientos dejó muchas heridas en mi piel, y para ahuyentar el dolor sólo tenía un recurso: pintar.

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