Frases de La isla de los caballeros

La isla de los caballeros

10 frases de La isla de los caballeros (Tar baby) de Toni Morrison... En una idílica isla caribeña, en una mansión de ensueño, la vida discurre plácidamente para una pareja de millonarios y sus sirvientes... Hasta que irrumpe el germen de la pasión.

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Toni Morrison son: fuerza de la pasión, isla, ambientada en el caribe, mentiras, secreto a voces, historias cruzadas, aventuras amorosas, cultura afroamericana, raices, rebeldía, condición de la mujer, identidad, ambición de poder, clases sociales.

Frases de Toni Morrison Libros de Toni Morrison

Frases de La isla de los caballeros Toni Morrison

01. Estaba experimentando la situación que temen los insomnes: no permanecer despiertos, sino los martilleantes pensamientos que llenan el espacio que debería ocupar el sueño.


02. (...) Era un abastecedor de exotismos, un típico antropólogo, un huérfano cultural que buscaba otras culturas a las cuales poder amar sin riesgo ni dolor.


03. Hacía tiempo que había dejado de intentar parecer experta o profunda o lo que fuera en compañía de personas que no la interesaban, que no la estimulaban.


04. Veinticinco años eran una edad absurda; demasiados para entregarse a fantasías de adolescente, demasiado pocos para iniciar una vida reposada. Cada faceta representaba una posibilidad y un punto muerto.


05. Una hortensia muerta es tan intrincada y bonita como una hortensia en flor. El cielo sombrío es tan seductor como la luz del sol, unos naranjos en miniatura sin flores ni fruto no son defectuosos; son lo que son.


06. Llega un momento en la vida en que la belleza del mundo ya basta por sí sola. Una no necesita fotografiarla, ni pintarla, ni siquiera recordarla. Ya basta por sí sola. No es preciso registrarla y no necesita a nadie para compartirla o hablarle de ella. Cuando eso sucede, cuando se produce ese abandono, una abandona porque puede hacerlo.


07. Habían pasado tres meses, no, dos, y todavía le inquietaba el silencio que invadía la casa por las noches. La puesta de sol, tres minutos de azul Tiziano y luego la noche cerrada. Y con ella un sólido silencio pegado a la tierra. Ni grillos, ni ranas, ni mosquitos había allí arriba. Sólo los ruidos, oídos o imaginarios, que hacían los humanos.


08. ¿Dejarla? ¿Dejar a la mujer que uno ha estado buscando por todas partes sólo porque era difícil de tratar? ¿Porque tenía carácter, energía, ideas propias y se enfrentaba a él? ¿Dejar a una mujer cuyas cejas eran un cuadro, cuya cara podría tener ocupada su atención durante toda su vida? ¿Dejar a una mujer que no era sólo una mujer, sino también un sonido, toda la música que siempre había deseado tocar, un mundo y una manera de estar en él? ¿Renunciar a eso?


09. Ésa era la única lección que podía enseñar su mundo: a crear desechos, a fabricar máquinas para crear más desechos, a crear productos inútiles, a hablar del despilfarro, a estudiar el despilfarro, a diseñar el despilfarro, a curar a las personas que enfermaban ante tanto despilfarro para que conservaran la salud suficiente para tolerarlo, a movilizar los desechos, a legalizarlos y a despreciar a la cultura que vivía en casas de tela y cagaba en el suelo lejos del lugar donde comían. Y un día se ahogarían en él, todos se hundirían en sus propios desechos y el desecho en el que habían transformado la tierra, y entonces, al fin, alcanzarían la verdadera paz y la felicidad que habían estado buscando todo el tiempo. Mientras tanto, aquel que tenía delante seguiría masticando su bocado de jamón y bebiendo vino blanco, reconfortado de saber que había defecado sobre dos personas que habían tenido la osadía de desear algunas de sus manzanas.


10. Todo lo que veía a su alrededor era así: un rápido estacazo en la cabeza si dejabas traslucir tu apetito, con que decidió allí mismo, en aquel mismo instante, a los doce años de edad, en Baltimore, que nunca se dejaría subyugar bajo las manos de ningún hombre. Pasara lo que pasara -hojas de navaja o rechinar de dientes-. Nunca. Y sí, bailaría el claqué y sí, iría a patinar, pero lo haría con el ceño fruncido, los labios apretados con rebeldía y ojos temerosos, porque Nunca. Y quienquiera que quisiera obtener gentilezas de aquella chiquilla de color tendría que extraérselas con unas pinzas y cloroformo, porque Nunca. Cuando murió su madre y ella se trasladó a Filadelfia y después fue al colegio lejos de allí, aprendía con mucha rapidez, pero no tocar, profesor, y no, no sonrío, porque Nunca. Al hacerse mayor fue suavizándose un poco. Los labios rebeldes se fruncieron en un gesto seductor, en sus ojos había más fuego que temor. Pero debajo de los modales desenvueltos se escondía una zarpa siempre dispuesta a sujetar a los perros, porque Nunca.

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