Frases del libro "El juego de los abalorios" de Hermann Hesse

El juego de los abalorios

Disfruta de estas 10 frases de "El juego de los abalorios"... Ambientada en un tiempo futuro, un biógrafo cuenta la vida de Josef Knecht, magister ludi (maestro de juegos) de una particular Orden. Un ejercicio intelectual que pretende relacionar todos los saberes de la humanidad.

Índice

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en las frases y pensamientos de "El juego de los abalorios", de Hermann Hesse son: cualidades, duelo psicológico, falsa espiritualidad, sociedades secretas, pasiones, sueños.

Frases de "El juego de los abalorios"

01. La verdad se vive, no se enseña.


02. No rechaces los pensamientos y sueños que acaso acudan a ti.


03. Lo que llamas pasión no es la fuerza del alma, sino el roce del alma con el mundo.


04. Tan necesario de poner ante los ojos de los hombres como ciertas cosas cuya existencia no puede demostrarse ni es verosímil...Acercarse al ser y a la posibilidad de nacer.


05. Conocía algo parecido en rostros de hombres del pasado, en retratos de algunos sabios o artistas, en los que podía deducirse una emotiva soledad, un duelo, un desamparo, entre conmovedor y enfermizo.


06. (...) Aprendió también que un hombre escudriñador y espiritual no debe perder el amor; que puede aceptar los deseos y las tonterías de los hombres sin altanería, pero no debe dejarse dominar por ellos.


07. Vivían allí, como en un monasterio, los que se llamaban "retraídos", cristianos de diversas ciudades y pueblos, que se habían construido un techo en la soledad, para dedicarse sin molestias a una vida simple, pura, de paz y contemplación.


08. Y la historia universal consistía solamente en una ininterrumpida serie de amos, conductores, ejecutores y comandantes, que con escasas excepciones habían empezado bien y concluido mal, que, por lo menos según ellos, habían aspirado al poder con buenas intenciones, todos, para luego ser poseídos y cegados por ese poder y llevados a amarlo para su propia satisfacción.


09. Había que aprender a considerar al hombre como un ser débil, egoísta, cobarde, a comprender cuánta parte le cabía a uno en todas estas malas cualidades, en todos estos malos instintos, pero creyendo y alimentando el alma con la creencia de que el hombre es también espíritu y amor, que algo vive o habita en él que resiste a los instintos y ambiciona su ennoblecimiento.


10. De la lucha contra su espíritu -o ausencia de espíritu-, y la victoria sobre el mismo, sobre las ruinas de aquella época, nació nuestra actual cultura, nació la Orden y nació Castalia. Pero es propio de nuestra soberbia moral enfrentar a la historia universal, especialmente a la moderna, casi en la misma forma en que lo hacia el asceta o el ermitaño del primitivo cristianismo con el escenario del mundo.

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