Frases de El buen nombre

El buen nombre

17 frases de El buen nombre (The namesake) de Jhumpa Lahiri... Historia de Gogol y de su hermana Sonia, y su choque entre la cultura bengalí del hogar y la americana del colegio. Una novela de generaciones, del exilio y las carencias que conlleva.

Frases de Jhumpa Lahiri Libros de Jhumpa Lahiri

Frases de El buen nombre Jhumpa Lahiri

01. Para eso son los libros... Para viajar sin moverse ni un centímetro.


02. Todavía eres joven. Y libre... Hazte un favor a ti mismo. Antes de que sea demasiado tarde, y sin pensártelo mucho, mete una almohada y una manta en la maleta y vete a ver mundo, tanto mundo como puedas. No lo lamentarás. Antes de que te des cuenta, será demasiado tarde.


03. Eran cosas para las que era imposible prepararse pero que uno se pasaba la vida recordando, intentando aceptar, interpretar, asimilar. Las cosas que no deberían haber pasado nunca, las que parecían equivocadas, fuera de lugar, eran las que perduraban, las que al final prevalecían.


04. Intenta recordarlo siempre... Recuerda que tú y yo hemos hecho este viaje, que hemos ido juntos a un sitio desde donde ya no se puede seguir avanzando.


05. Entre todas esas experiencias, a pesar del malestar creciente, no ha dejado de sorprenderle la capacidad de su cuerpo para crear vida, igual que hicieron los cuerpos de su madre, de su abuela, de todas sus antepasadas. Que todo eso pasara tan lejos de casa, sin que la observaran ni la aconsejaran sus seres queridos, lo hizo todo aún más milagroso. Pero la aterroriza tener que criar a un hijo en un país en el que no tiene ningún pariente, un país del que sabe tan poco, donde la vida parece tan provisional, tan precaria.


06. Tiene el don de aceptar las circunstancias de su vida.


07. De alguna manera, las malas noticias siempre se abren paso, por deficiente que sea el sonido de la línea telefónica, por mucha estática que haya.


08. Pero ya se ha percatado de que ellas, a pesar de sus demostraciones públicas de afecto, de sus minifaldas y sus biquinis, de que van por la calle cogidas de la mano de los hombres, de que los abrazan en el parque del Cambridge Common, prefieren su intimidad.


09. En muchos aspectos, su familia parece una cadena de accidentes imprevistos, no intencionados, en la que uno conduce al otro...Eran cosas para las que era imposible prepararse pero que uno se pasaba la vida recordando, intentando aceptar, interpretar, asimilar. Las cosas que no deberían haber pasado nunca, las que parecían equivocadas, fuera de lugar, eran las que perduraban, las que al final prevalecían.


10. Los apodos cariñosos son vestigios de la infancia que perdura, recordatorios de que la vida no es siempre tan seria, tan formal, tan complicada...


11. Los nombres oficiales tienden a revestirse de dignidad... Los apodos cariñosos no aspiran a tanto, y nunca se registran oficialmente; se pronuncian y se recuerdan, eso es todo. A diferencia de los nombres oficiales, normalmente carecen de significado, o son deliberadamente tontos, irónicos, incluso onomatopéyicos. Es habitual que, durante la infancia, a un niño lo llamen por infinidad de apodos, hasta que uno de ellos cuaja y se impone sobre los demás.


12. (...) Incluso su jefe de departamento compra mucho en los mercadillos que se organizan en los jardines de las casas, que a pesar de vivir en una mansión, a un estadounidense no se le caen los anillos por llevar unos pantalones usados que le hayan costado cincuenta centavos.


13. (...) Le asombra que en esa pequeña población no haya propiamente aceras, ni farolas, ni transporte público, ni tiendas en muchos kilómetros a la redonda.


14. (...) Está empezando a darse cuenta de que ser extranjera es una especie de embarazo permanente: una espera constante, una carga perpetua, una continua sensación de no estar del todo bien. Es una responsabilidad que no cesa, un paréntesis en lo que en otro tiempo fue una vida ordinaria, que se cierra al descubrir que esa existencia anterior se ha esfumado, ha sido reemplazada por algo más complejo y que supone una exigencia mayor.


15. -Siempre pueden ponerle el nombre del padre, o el de algún familiar -propone el señor Wilcox, que les explica que él, en realidad, es el tercer miembro de su familia que lleva el nombre de Howard. Es una tradición bonita. Los reyes de Francia y de Inglaterra la respetaban. Pero eso es imposible, piensan ellos. Ponerle a los hijos el nombre de los padres, o a las hijas el nombre de las madres, no es una tradición bengalí. Ese gesto de respeto en América y Europa, ese símbolo de herencia y linaje, se vería como algo ridículo en la India. Para las familias bengalíes, los nombres son sagrados, inviolables. No pueden heredarse ni compartirse.


16. Se pasaba el día amodorrado por culpa de los analgésicos. De noche soñaba que seguía atrapado en el tren, o aún peor, que el accidente nunca había sucedido, que caminaba por una calle, que se bañaba, que se sentaba en el suelo con las piernas cruzadas y que comía por sus propios medios. Y entonces se despertaba empapado en sudor y con lágrimas en los ojos, convencido de que ya no volvería a hacer nunca más todas esas cosas. Al final, en un intento de evitar las pesadillas, empezó a leer hasta muy tarde, por las noches, que era cuando su cuerpo inmóvil más se inquietaba, cuando su mente parecía más ágil y más clara. Con todo, se negaba a leer a los autores rusos que su abuelo le había llevado. En realidad, había dejado de leer novelas de todo tipo. Aquellos libros, ambientados en países que no conocía, no hacían más que recordarle su confinamiento.


17. La vista produce una sensación contraria al vértigo, que nace no por la atracción de la gravedad de la tierra, sino por la infinita proximidad del cielo.

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