Frases de Doce años de esclavitud

Doce años de esclavitud

27 frases de Doce años de esclavitud (Twelve years a slave) de Solomon Northup... Memorias del autor, uno de los mejores testimonios sobre la época más sombría de la historia estadounidense, una crónica sobre el mal y el lado oscuro del ser humano, como así también de la amistad y la superación.

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Frases de Doce años de esclavitud Solomon Northup

01. Poseía unas nociones muy confusas de la vida futura, sin llegar a comprender del todo la diferencia entre la existencia corpórea y la espiritual. A su entender, la felicidad era la exoneración de los azotes, del trabajo, de la crueldad de los amos y los supervisores. Su idea de la dicha del cielo era el simple "descanso".


02. Y a los ojos de Dios, ¿Cuál es la diferencia entre un negro y un blanco?


03. ¿Todos los hombres han sido creados libres e iguales como proclama la Declaración de la Independencia? Sí -respondió-, pero todos los hombres, no los negros ni los babuinos...


04. Hablemos de piel negra y sangre negra; ¿Cuántos esclavos hay en estos pantanos tan blancos como cualquiera de nosotros? ¿Y qué diferencia hay en el color del alma?


05. Todo ser viviente aprecia su vida; el gusano que se arrastra por el suelo lucharía con todas sus fuerzas por ella.


06. Desde luego, hay amos humanos, al igual que hay amos inhumanos, al igual que hay esclavos bien vestidos, bien alimentados y felices, y esclavos desgraciados, medio desnudos y desnutridos, pero creo que una institución que tolera los castigos y la inhumanidad que yo he presenciado es cruel, injusta y miserable. Los hombres pueden escribir libros retratando la vida humilde tal como es, o como no es, se pueden explayar con la solemnidad propia de los que todo lo saben sobre el goce de la ignorancia y hablar displicentemente desde sus sillones de los placeres de la esclavitud, pero si trabajaran en el campo, si durmieran en una cabaña, si comieran farfollas y fueran azotados, cazados y maniatados, contarían otra historia muy diferente. Si supieran lo que siente el pobre esclavo, si conocieran sus pensamientos más secretos, que no se atreve a manifestar en presencia del hombre blanco; si se sentaran al lado de ellos durante la silenciosa noche y hablaran sinceramente de la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad, se darían cuenta de que el noventa y nueve por ciento de ellos son lo bastante inteligentes como para darse cuenta de su situación, y abrigar el amor a la libertad con tanta pasión como ellos.


07. (...) En tales ocasiones, me dijo, el corazón del hombre se vuelve hacia su Creador. En la prosperidad, y cuando no hay nada que le haga daño o le cause temor, no se acuerda de Él, y está dispuesto a desafiarlo, pero en medio del peligro, privado de toda ayuda humana, deja la tumba abierta ante él: entonces, en el momento de su tribulación, el hombre sarcástico y descreído se vuelve a Dios para pedirle auxilio, pues siente que no hay otra esperanza, amparo o abrigo más allá de su brazo protector.


08. Están muy confundidos quienes creen que el esclavo no concibe la idea de la libertad. Incluso en Bayou Boeuf, donde creo que la esclavitud existe de la forma más cruel y abyecta, con características desconocidas por completo en la mayoría de los estados del norte, hasta el esclavo más ignorante sabe perfectamente lo que significa. Sabe cuáles son los privilegios y las exenciones que implica, y que la libertad le permitiría gozar de los frutos de su trabajo y le garantizaría el disfrute de la felicidad doméstica. Percibe la diferencia entre su condición y la del hombre blanco, por muy pobre que este sea; se da cuenta de lo injustas que son las leyes que le otorgan a este el poder no solo de apropiarse de los beneficios de su trabajo, sino de someterlo a castigos injustos e inmerecidos sin que él pueda resistirse ni quejarse.


09. Lo cierto es que era difícil decidir a quién debía tener más miedo, a los perros, los caimanes o los hombres.


10. Y así, esposados y en silencio, atravesamos las calles de Washington, la capital de un país cuya teoría de gobierno, según nos dicen, se apoya en la fundación del inalienable derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. ¡Bravo! ¡Columbia, una tierra feliz, por supuesto!


11. Nada más llegar al barco de vapor nos metieron en la bodega, entre barriles y cajas de carga. Un sirviente de color trajo una lámpara, sonó la sirena, y el barco no tardó en empezar a bajar el Potomac llevándonos no sabíamos adónde. Sonó la sirena al pasar por la tumba de Washington. Burch, desde luego, se quitó el sombrero y se inclinó reverentemente ante las sagradas cenizas del hombre que dedicó su ilustre vida a la libertad de su país.


12. Existe otra patraña, el sistema crediticio, que es otra patraña, caballero; sin créditos no hay deuda. El crédito arrastra al hombre a la tentación. El pago al contado es lo único que puede apartarlo del mal.


13. La ley dice que tiene derecho a adquirir un negro, pero, con perdón de la ley, se equivoca. Sí, cuando la ley dice tal cosa, miente y no expresa la verdad. ¿Está todo bien porque la ley lo permite? Imagínese que promulgaran una ley que le arrebatara la libertad y lo convirtiera en esclavo.


14. Pensé que moriría bajo los latigazos de aquel maldito bruto. Todavía se me pone la carne de gallina al recordar aquella escena. Tenía la espalda en carne viva. Mi sufrimiento solo se podía comparar con las ardientes agonías del infierno.


15. Las influencias y las compañías que lo rodearon siempre le impidieron ver la maldad inherente a la raíz de la esclavitud. Nunca dudó del derecho moral de un hombre a someter a otro a su voluntad. Como miraba a través del mismo cristal que sus padres antes que él, veía las cosas de la misma manera. Educado en otras circunstancias y con otras influencias, no cabe duda alguna de que sus convicciones habrían sido diferentes. Sin embargo, fue un amo ejemplar, pues se condujo honestamente a la luz de su entendimiento, y dichoso fue el esclavo que llegó a ser de su propiedad. Si todos los hombres fueran como él, la esclavitud quedaría despojada de más de la mitad de su amargura.


16. Sobre esta nación pesa un pecado, un horrible pecado, que no va a quedar impune para siempre. Hay pendiente un ajuste de cuentas, está llegando el día en que quemará como un horno. Tarde o temprano, acabará llegando con tanta certeza como que el Señor es justo.


17. Si estuviese en Nueva Inglaterra (...), sería exactamente como soy aquí. Diría que la esclavitud es una iniquidad y que debe ser abolida. Diría que no hay razón ni justicia en la ley o en una constitución que permita a un hombre mantener a otro en cautiverio. Sería duro para usted perder sus posesiones, por descontado, pero no sería ni la mitad de duro que perder su libertad.


18. ¡Bendito sea el sueño! Visita a todos por igual, desciende como el rocío del cielo sobre el cautivo y el libre.


19. Durante los ocho años de experiencia como capataz, aprendí a manejar el látigo con suma destreza y precisión, haciéndolo restallar a escasa distancia de la espalda, la oreja y la nariz sin llegar a tocarlas. Si Epps me observaba a distancia, o teníamos motivos para pensar que estaba oculto por los alrededores, acordábamos que yo haría restallar el látigo con fuerza mientras ellos fingirían retorcerse y gemir, aunque no hubiera llegado ni a rozarlos. Patsey, si lo tenía a su lado, aprovechaba la ocasión para quejarse diciendo que Platt siempre los estaba pegando, y el tío Abram, con aquel aire de honestidad tan peculiar suyo, afirmaba que yo los azotaba más que el general Jackson a sus enemigos en Nueva Orleans.


20. Al haber nacido libre y haber disfrutado durante más de treinta años de los privilegios de la libertad en un estado libre, y, transcurrido este período, haber sido secuestrado y vendido como esclavo, situación en la que permanecí hasta que, en el mes de enero de 1853, tras doce años de cautiverio, fui felizmente rescatado, me comentaron que el relato de mi vida y mi suerte no estaría desprovisto de interés para el público.


21. Las únicas cualidades que se requieren para trabajar de supervisor es ser despiadado, brutal y cruel. Su función consiste en procurar una gran cosecha, y para conseguir tal cosa no importa el sufrimiento que puedan causar. La presencia de los perros es necesaria para impedir que un esclavo intente escapar, como ocurre en ocasiones, cuando por cansancio o enfermedad el pobre es incapaz de mantener el ritmo de la cuadrilla o de seguir soportando el dolor del látigo. Las pistolas se reservan para los casos de emergencia, y ha habido momentos en que se han visto obligados a utilizarlas. Dominados por una incontrolable locura, hasta los esclavos se abalanzan a veces contra su opresor.


22. Anhelaba la libertad, pero la cadena del siervo se ceñía en torno a mí y no podía desembarazarme de ella.


23. Atrapar fugitivos a veces es un negocio rentable. Si, tras anunciarlo, no aparece el dueño, se los puede vender al mejor postor; y, de todas maneras, se concede cierta gratificación al que los encuentra por sus servicios, aunque los reclamen. "La chusma blanca" -nombre que se emplea para los vagabundos de ese pelaje-, por tanto, considera un regalo del cielo encontrarse con un negro desconocido sin un pase.


24. La gloriosa esperanza a la que me había aferrado con tanto entusiasmo se estaba reduciendo a cenizas entre mis manos. Sentía que me estaba hundiendo cada vez más en las aguas amargas de la esclavitud de cuya insondable profundidad jamás lograría volver a salir.


25. Y solo los que han sentido la ternura de un padre por su descendencia sabrán valorar mi enorme cariño a los amados hijos que hemos tenido hasta la fecha.


26. La terrible lección que me enseñó Burch grabó de forma indeleble en mi mente el peligro y la inutilidad de dejar constancia de que yo era un hombre libre. No había posibilidad alguna de que un esclavo pudiera ayudarme mientras que, por otra parte, cabía la posibilidad de que me denunciara.


27. Los hombres pueden escribir libros retratando la vida humilde tal como es, o como no es, se pueden explayar con la solemnidad propia de los que todo lo saben sobre el goce de la ignorancia y hablar displicentemente desde sus sillones de los placeres de la esclavitud, pero si trabajaran en el campo, si durmieran en una cabaña, si comieran farfollas y fueran azotados, cazados y maniatados, contarían otra historia muy diferente.

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