24 frases de Diarios de Alejandra Pizarnik... Pesadillas, complejos, temores, raras costumbres, amores y su mejor literatura, todo en estos textos de insólita y singular belleza.
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Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Alejandra Pizarnik son: diario personal, memorias, soledad, desamor, recuerdos, suicidio, temor al rechazo, pesadillas, sentido de la vida, sexo, fuerza de la pasión.
Frases de Alejandra Pizarnik Libros de Alejandra Pizarnik
Frases de Diarios Alejandra Pizarnik
01. Pero a ti quiero mirarte hasta que tu rostro se aleje de mi miedo como un pájaro del borde filoso de la noche.
02. Odio mi cara, pues la miro a través de sus ojos. Esta cara no supo fascinarlo. Amo. ¿Qué se hace en este mundo cuando se ama así?
03. Tengo miedo. Hoy me levanté con ganas de escribir y no lo hice porque: ¿En dónde vas a poner tantos papeles? La pieza es pequeña. ¿Por qué llenarías hojas y hojas si después el desorden crece, el número de papeles crece?
04. Noche crucial, noche en su noche. Mi noche. Mi importancia. Mí misma. La asfixiada ama la ausencia del aire. Memorias de una náufraga. Sueños de náufraga. Qué puede soñar una náufraga sino que acaricia las arenas de la orilla.
05. Pequeños suicidios silenciosos. Extraño haber caído tan al fondo después de tantas precauciones. Se caminó toda la noche a tientas: no se lloró; no se gimió; ni siquiera se respiró todo lo que se necesitaba. Pero te descubrieron igual. Como si nada.
06. Palabras, palabras... El amor es otra cosa. Y no me importa que maltraten el mío ni que lo castiguen con la indiferencia más extrema. Yo sé que es real, yo sé que existe y me duele más que mi vida, o igual, porque es mi vida.
07. No te llamo, no te pido. Me doy, te soy. Tú no me tomas, no me necesitas, no hay ganas de mí en tu mirada. Te veo, te creo, te recreo, mi solo amor, mi idiotez, mi desamparo. Qué me hiciste para que yo me enrostre este amor estúpido. Piedad por ti. Cuando te vea lloraré, recordando lo que tuviste que padecer en mi memoria.
08. Anoche tomé agua hasta las tres de la mañana. Estaba un poco ebria y lloraba. Me pedía agua a mí misma, como si yo fuese mi madre: "Dame agua. En todas mis vidas tuve sed. Tengo miedo y quiero agua". Yo me daba a beber con asco, como a un animal extraño que me condenaron a saciar.
09. Esta voz aferrada a las consonantes. Este cuidar de que ninguna letra quede sin enunciarse. Hablas literalmente. No obstante, se te comprende mal. Es como si la perfecta precisión de tu lenguaje revelara en cada palabra un caos que se vuelve más evidente en la medida en que te esfuerzas por ser comprendida.
10. Necesitas límites mentales. No entiendo cómo, a pesar de tu dispersión, comprendes cuál es tu remedio. Necesitas no esperar. Necesitas no esperar nada de los demás. Necesitas no traficar con tu dolor. Necesitas orgullo y soledad. Necesitas castidad. Necesitas orden. Por ejemplo, las lecturas.
11. Me tortura pensar que nunca escribiré en una bella prosa. Y ello por una razón mental, por esta semiafasia que me obliga a romper cualquier ritmo incipiente. Pensando en el asunto, se trata de un problema musical, se trata de mi imposibilidad de incorporar o percibir el ritmo. En verdad, todo esto es una falla de atención, un temblor constante allí donde los demás piensan.
12. Y si leo, si compro libros y los devoro, no es por un placer intelectual -yo no tengo placeres, sólo tengo hambre y sed -ni por un deseo de conocimientos sino por una astucia inconsciente que recién ahora descubro: coleccionar palabras, prenderlas en mí como si ellas fueran harapos y yo un clavo, dejarlas en mi inconsciente, como quien no quiere la cosa, y despertar, en la mañana espantosa, para encontrar a mi lado un poema ya hecho.
13. No quiero ir nada más que hasta el fondo.
14. Desperté viéndome como un cuerpo sin piel, una llagada.
15. La soledad de cada uno. No ser objeto de las miradas. Mirar en vez de ser mirada. Usar los ojos. Límites. No escribir, no preocuparse por escribir. No jugar a ser flaubert. S. Comprende. La que no comprende soy yo.
16. Y sobre todo mirar con inocencia. Como si no pasara nada, lo cual es cierto.
17. La verdad: trabajar para vivir es más idiota aún que vivir. Me pregunto quién inventó la expresión "ganarse la vida" como sinónimo de "trabajar". En dónde está ese idiota.
18. El horror de habitarme, de ser -qué extraño- mi huésped, mi pasajera, mi lugar de exilio.
19. No escribo más este diario de una manera continuada. Tengo miedo. Todo en mí se desmorona. No quiero luchar, no tengo contra quién luchar. Todo esto es tan viejo, tan cansado. Ojalá pudiera no mentir nunca.
20. Imagino situaciones horribles para obligarme a actuar. Así la visión de los clochard para impulsarme a trabajar frenéticamente en la oficina (trabajar para no ser como ellos), sin pensar en absoluto en las pocas probabilidades que tengo de devenirlo pues en cualquier momento puedo volver a Buenos Aires, a mi hogar burgués. Lo mismo el viernes pasado, cuando vi la obra de Brecht y me asusté mucho como si mi caída en el hambre y en la pobreza fueran inminentes.
21. Escríbele hasta que te enredes en los hilos del lenguaje y caigas herida de muerte.
22. Sin saber cómo ni cuándo, he aquí que me analizo. Esa necesidad de abrirse y ver. Presentar con palabras. Las palabras como conductoras, como bisturíes. Tan sólo con las palabras. ¿Es esto imposible? Usar el lenguaje para que diga lo que impide vivir. Conferir a las palabras la función principal. Ellas abren, ellas presentan. Lo que no diga no será examinado. El silencio es la piel, el silencio cubre y cobija la enfermedad. Palabras filosas (pero no son palabras sino frases y tampoco frases sino discursos). Imposibilidad de fraguar símbolos. De allí la imposibilidad de escribir obras de ficción.
23. Estuve pensando que nadie me piensa. Que estoy absolutamente sola. Que nadie, nadie siente mi rostro dentro de sí ni mi nombre correr por su sangre. Nadie actúa invocándome, nadie construye su vida incluyéndome. He pensado tanto en estas cosas. He pensado que puedo morir en cualquier instante y nadie amenazará a la muerte, nadie la injuriará por haberme arrastrado, nadie velará por mi nombre. He pensado en mi soledad absoluta, en mi destierro de toda conciencia que no sea la mía. He pensado que estoy sola y que me sustento sólo en mí para sobrellevar mi vida y mi muerte. Pensar que ningún ser me necesita, que ninguno me requiere para completar su vida.
24. Cuando entré en mi cuarto tuve miedo porque la luz ya estaba prendida y mi mano seguía insistiendo hasta que dije: Ya está prendida. Me saqué los pantalones y subí a una silla para mirar cómo soy con el buzo y el slip; vi mi cuerpo adolescente; después bajé de la silla y me acerqué al espejo nuevamente: Tengo miedo, dije. Revisé mis rasgos y me aburrí. Tenía hambre y ganas de romper algo. Me dirigí a la mesa con el mantel rojo con libros y papeles, demasiado libros y papeles y quise escribir pero me dio miedo aumentar el desorden y me pregunté para qué lo aumentaría con un poema más que luego exigiría ser pasado a máquina y guardado en una carpeta. Me mordía los labios y no sabía qué hacer con las manos. Yo misma me asustaba porque me miraba a mí misma en mi piecita desordenada, andando y viniendo en slip y pullover sin pensar, con la memoria petrificada, con la boca devorándose. Pasé junto a la silla y me subí de nuevo en el espejo pero mi cuerpo me dio rabia y me tiré en la cama creyendo confiada en que el llanto vendría.