Me encamino hacia el mar, curioso por ver la desembocadura, por hundir mi mano y mi pie en la mezcla del traspaso o bien por tocar la solución de continuidad, el hipotético punto de disolución. El polvo se convierte en arena, la tierra ya es la duna de la playa, los zapatos se embarran en charcos que tal vez ya son desembocaduras, mínimas bocas torcidas en las que se desangra el Danubio. Al fondo se ve el mar.
El río Danubio es el viaje-encuentro de Oriente y Occidente, síntesis del Cáucaso y de Alemania, primavera helénica que debería florecer de nuevo en tierra alemana y regresar a los dioses.